PROLOGO El cable del montacargas del camión se enrolló en medio de chasquidos, gemidos y retumbos. En la maniobra, algas marinas enrolladas en los cables se azotaban mientras era jalado hacia la playa un objeto extraído del fondo del mar. El interés del grupo que observaba, no tenía atención para la belleza de la escena. El suave murmullo de las pequeñas olas, el susurro de la brisa tropical, el chacoloteo distante de una palma, los destellos dorados de la arena y los cristales aguamarinos en el agua bien podrían haber formado parte de un póster turístico en un bote de basura. El rígido cordón de Marinos, vigilantes y con armas automáticas en mano, mantenía una fiera vigilancia contra cualquiera que intentara introducirse al lugar. Gentes importantes que no debían acercarse, un objeto considerado muy secreto y un sargento con una "cruda", incrementaban la amenazante vigilancia. Varios científicos altaneros contemplaban afablemente el agua, esperando tolerantemente a que apareciera el objeto, deseando que nadie se percatara del hecho de que ellos no tenían ningún indicio al respecto. Jedgar de prominentes mandíbulas
, el zar de todas las policías y fuerzas de seguridad de los Estados Unidos,
fruncía con ferocidad el entrecejo hacia el agua. Maldito presidente, debería traerlo aquí pateándole el trasero. Maldito bastardo amante de los pasatiempos. Así que este es un hallazgo histórico. Que puede provenir del espacio exterior. ¡Tonterías!, Con eso de que en las carreras tuvo un acuerdo de $30,000 de recompensa con el diputado Bennie. ¡Maldito drogadicto!, Probablemente solo fanfarroneó o ya lo olvidó. ¿Que demonios hace "su mierda señoría" fuera de aquí jugando a la niñera?. Niñera, eso es lo que es, maldito presidente. Bennie debiera pagar. Jedgar miraba con rabia hacia el agua mientras pensaba ser arrestado como sospechoso. En el otro lado de los retumbantes cables estaba sentado un hombre joven enfundado en un traje de buzo, visiblemente abatido. Él retorcía entre sus manos su casco y su visera. Tuvo el temple para encarar a los monstruos de las profundidades, que se comparaban con los oficiales del gobierno. Maldito gobierno. Él debió mantener la boca cerrada. Ni hablar. Siempre tuvo mala suerte. El mejor hubiera buscado ayuda de manera personal y privada para pagar sus gastos. Bueno un huérfano es un huérfano. Todavía hay leyes acerca de la propiedad. No puedes rendirte así como así. Un intento más. Si no funcionó..... El joven se animó solo, se reclinó hasta sus pies y sacudió la arena de sus pantalones.. Él, como "John Wayne" ¿manejaría esto en su última oportunidad?. Un intento más. El joven agachó la cabeza bajo los rechinantes cables y caminó hacia Jedgar quien ni siquiera lo miró. Ahora o nunca,
"¡Esto es mío! ¡Insisto!, ¡Es mío!. Yo lo encontré. ¡Si no fuera por mí, ustedes nunca hubieran sabido de su existencia!" Jedgar no quitó sus ojos del agua. Movió un brazo y arrojó al joven al lado. El líder científico del grupo se encontró con su vista obstruida. Él nunca utilizó anteojos a pesar de necesitarlos ya que estropeaban su imagen de atezado hombre de ciencia. Él entornó su mirada hacia el joven. Con voz benigna, reservada para los ayudantes a quienes pretendía despedir, le dijo,
"Tú no entiendes. Estos hallazgos pertenecen al mundo de la ciencia, a los museos, a las universidades." Dándose cuenta de que había una disputa, Jedgar levantó los ojos del agua y los lanzó hacia el joven. Con una repentina y experimentada mano de policía, alcanzó el frente del traje de buzo del joven.
"Solo dame una tontería más
," Jedgar gritó de cerca al joven,
"y serás acusado de conspiración y robo de tesoros arqueológicos. Sección 896. Tres años de prisión. Ni una palabra más de tu parte. ¡Ni al público! ¡Ni a tus amigos! ¡Ni a la prensa!"
Lanzó violentamente al joven lejos de él haciendo que se tambaleara y cayera.
"Esto,"
dijo Jedgar,
"es un asunto de estado." 3 El joven miró desde el suelo, derrotado. Él miró a los buzos del gobierno que guiaban los cables. Ahí no había simpatía. Miró hacia las tensas espaldas de los Marinos. Miró a los científicos. Miró a Jedgar. Él era totalmente ignorado. Nunca se había sentido tan solo. Se levantó y tambaleante vagó por la arena. Con la cabeza baja, lerdo, salió del cordón y se alejó a través de la distante muchedumbre. Los cables del montacargas retumbaron, enredándose y retorciéndose. El buzo del gobierno miró los cables. El grupo en la arena volteó, expectante. Un objeto metálico cubierto con una verdusca capa marina empezó a emerger. No mostraba juntas o tornillos. Era muy plano, simétrico. Primero uno, luego dos y al final ocho pies de diámetro emergieron a la vista. "Muy bien!” Aulló Jedgar. Pongamos la cosa sobre el suelo." Tal vez sobre la carretera.
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