domingo, 19 de junio de 2011

REBELION EN LAS ESTRELLAS CAPITULO 7

Ficcion_12

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 

 

 

CAPÍTULO SIETE

La nave se mecía suavemente cuándo corrigieron al piloto automático. La zona entre las dos literas se llenó de

latas vacías que sonaban cuando la nave se movía. Papeles arrugados se juntaron en el suelo. Ap miró por última

vez el manual de navegación, después miró el techo y dejó caer el manual al suelo.

 

"Al tipo que escribió este manual

habría que darle la orden al mayor idiota..."

Lady Min se pasó al sofá. Aún usaba el uniforme de la enfermera, pero ahora estaba arrugado y sucio. Volvió la

atención hacia Ap, y lo escuchó decir,

 

"¿Alguna idea de dónde estamos?" "Por lo menos no vamos hacía los rayos candentes

del sol, creo. Estas semanas con todo esto han sido..."

 

La interrumpió una repentina inclinación de la nave. Ap se sentó

sobresaltado, fijando la mirada a través de la ventana. Un gran asteroide negro tapaba parte del cielo a lo largo de

la nave. Se veían sus límites por la Vía Láctea que estaba detrás de él. Una nave que patrullaba pasó a su lado

como una ráfaga. El micrófono de la consola del yate espacial se alumbró con una luz roja, y una fuerte voz de un

oficial resonó.

"Patrulla A del Inspector de la Base 62, apaguen sus motores. Se les hará aterrizar por control remoto. Cualquiera que esté armado

cuando aterricen, será encontrado culpable de asesinato. No quieran eludir ningún cargo."

 

Lady Min estaba sentada estática.

"¡Las Bases de Interceptores están comandadas por Oficiales Leales! ¡Estamos salvados! ¡Podremos comunicarnos con Rawl!".

La nave fue lenta e inexorablemente empujada hacía el satélite, donde las amplias puertas corredizas se estaban

abriendo. Dos pilotos en el hangar se encontraban observando la aproximación de la nave. Uno de ellos miró más

detenidamente, después devolvió la pistola a la cartuchera y exclamó,

 

"Ah, solo es algún loco con su yate espacial que se

perdió."

 

El otro bajó su cabeza para hablar por el micrófono.

"Aburrido, aburrido, aburrido, no pasa nada excitante desde

el Congreso. El crimen ya no es negocio."

 

Se volvieron a la puerta, cerrándola detrás de ellos.

El yate espacial se paró en el piso del hangar. La gran luz roja que decía:

 

"No hay aire"

, se encendió. Las puertas

automáticas del hangar se sellaron con bastante ruido. La luz de advertencia se puso verde, y empezó a titilar el

cartel de

 

"Atmósfera Segura".

La rampa de aterrizaje del yate cayó en posición con un brusco golpe. Un hombre y

una mujer, que hacían la limpieza de las naves, viejos y no demasiado sorprendidos de nada, juntaron sus baldes y

cepillos y caminaron arrastrando los pies hacia la rampa. Un oficial de traje de fajina azul y blanco, se paró al lado

de la embarcación. Lady Min y Ap muy excitados salieron apresuradamente, se los veía bastante desechos. El

oficial sonrió tolerante, con los pulgares en su cinturón, y su gorra echada hacía atrás de la cabeza.

Negligentemente movió su mano para indicar la dirección que debían tomar, y abriendo el camino escoltó a Lady

Min y a Ap a la entrada del asteroide Interceptor Base 62. La pareja de limpieza los vio partir, después subieron a

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la nave donde miraron el desastre que había adentro.

 

"Bueno, bueno, parece que hubo fiesta!"

Dijo la anciana riéndose.

El hombre atravesó el vehículo pateando todo lo que encontraba en su camino. Se acercó a la cabina trasera,

tratando de abrir la puerta que estaba cerrada. Con un suspiro sacó el manojo de llaves maestras, las probó, hasta

que encontró la que abría. En ese justo momento la puerta fue violentamente abierta desde adentro.

El doctor Stug despeinado, furioso, toda su calma profesional había desaparecido, se asomó a la puerta. Miró a su

alrededor. Al ver que las dos personas de la limpieza eran los únicos ocupantes, su expresión cambió.

 

"Ah, gracias

buen hombre."

 

Los ojos de Stug se iluminaron cuándo vio el tablero de las comunicaciones, y el compartimiento del

piloto. Se apuró a llegar a ellos, atravesando para eso el pasillo casi corriendo.

 

"¿Dónde estamos?

Le preguntó a la

señora de la limpieza al pasar.

 

"¿Es esta la Estación Interceptora?"

La vieja asintió. La gente que usaba los yates reales

era muy rara.

 

"Estación Interceptora 62, lo más cerca que podrá llegar."

Riéndose para sí misma, volvió a sus menesteres.

El Doctor Stug tensamente y con experiencia empujó una serie de botones de la consola de comunicaciones,

después se dejó caer en el asiento delante de ella. Ajustó el control del hipersonido a distancia, después maniobró

los dos botones que prendían el equipo. La luz verde parpadeó, después de algunos intentos la pantalla se aclaró,

y la imagen de Chi le llegó. Chi a su vez miraba la pantalla hasta que reconoció quien estaba del otro lado. Gruñó

impaciente.

 

"¡Stug! ¿Dónde diablos estuvo este último mes?"

Stug se acercó al micrófono y desecho como estaba

respondió,

 

"No hay tiempo para historias. Los perdidos están en la Estación Interceptora del Espacio 62, recién llegaron."

La

desesperación se dibujo en la cara de Chi.

 

"Eso está comandado por Oficiales Leales."

Se detuvo mirando la pantalla

con una cara que le pareció persuasiva.

 

"Stug nosotros siempre contamos con usted." "Están contando conmigo ahora, por cien

mil créditos. ¿Esta bien?" "Bien." "Le sugiero que mande un interceptor espacial cuánto antes,"

 

dijo Stug.

"Tripulado por hombres

de confianza. No me gustan los asteroides." "Esta bien,"

 

respondió Chi. Él asintió ferozmente, "No deben de hablar."

Stug

sonrió,

 

"No hablarán,"

dijo suave y conciliatoriamente.

Las blancas palomas importadas para decorar los aposentos de los jardines del asteroide y también para morirse si

la contaminación subía peligrosamente, volaban de rama en rama. El ruido de sus alas se mezclaba con el ruido de

las cataratas artificiales. Era un precioso jardín, pero en opinión de Lady Min y Ap, no era el lugar para pasar

esperando dos días. Estaban sentados al lado de una puerta de hierro muy pesada que estaba incrustada en una

roca. Es verdad que les permitieron lavarse, y les ofrecieron ropas para cambiarse, pero dos días de espera a pesar

de las urgentes notas que mandaron al Comandante de la Base, estaban creando un misterio y deprimiendo sus

espíritus.

La puerta se abrió y un sirviente vestido de blanco entró con una bandeja. Fue hasta ellos, y la depositó. Lady Min

lo tomó del brazo cuándo se estaba por ir

 

, "¡espere!" "Escuche," dijo Ap.

"Hace dos días que estamos esperando para ver al

Comandante de la Base, no puede estar tan ocupado."

 

El sirviente se encogió de hombros, y salió cerrando la puerta

detrás de él.

 

"Pienso que uno se vuelve así en una base asteroide!"

Dijo Ap. Lady Min clavando la mirada en la puerta.

"Ap, algo debe de estar mal! Lo puedo sentir. ¿Por qué un Oficial Leal nos dejaría esperando?" "Le mande mensajes de que usted es

la más grande actriz en el universo y que tiene datos vitales."

El se había puesto a la defensiva.

 

"Quizás fracasé como agente de prensa."

Ambos se sentaron pesadamente, ignorando

el almuerzo. Horas más tarde la puerta se abrió. Un oficial uniformado de azul y blanco entró, seguido por otro

empuñando un rifle. Fríamente el oficial dijo,

 

"El Comandante de la Base los verá ahora."

Ap miró al guardia y al arma

preparada para disparar.

 

"Futuro Cero!.”

Murmuró para sí mismo.

El Oficial los escoltó a través de largos túneles y rampas, que llevaba a través de la liviana gravedad del asteroide.

La oficina del Comandante de la Base era amplia. Detrás de la mesa había un gráfico iluminado del sistema

planetario Hogar, con las pequeñas patrullas pinchadas en el. La mesa en forma de riñón era larga pero angosta.

El Comandante de la Base era joven, inocente, con el optimismo de la juventud y un poco aburrido. Estaba

uniformado con los colores caqui de los Oficiales Leales, pero el cuello de su camisa se hallaba abierto. La pistola

estaba en su cartuchera alrededor de la cintura, pero sus brazos se encontraban cruzados detrás de la cabeza y

estaba cómodamente desparramado en su sillón, mostrando que consideraba todo ese asunto bastante aburrido,

aún no le había encontrado nada de entretenido. A su derecha se encontraba el doctor Stug, sonriendo

suavemente. Parados al lado de él había dos robustos guardias de la policía secreta vestidos en gris-verdoso. La

puerta del corredor se abrió y Lady Min, Ap y su escolta entraron. La escena era tan diferente de cualquier cosa

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que ella hubiera imaginado, que Lady Min casi se detuvo en shock. Ap intentó retroceder rápidamente hacia fuera

pero fue empujado por el rifle del guardia. La cara del doctor Stug dibujó una sonrisa profesional y afable,

 

"Ah,

pasa, pasa querida. No tengas miedo. Esta gente no te lastimará."

 

Él volteó hacia el Comandante,

"Realmente es un alivio

saber que ellos pueden ser traídos para que reciban el tratamiento que necesitan, pobrecillos."

 

El Comandante de la Base asintió

un tanto ausente. Lady Min avanzó hasta la orilla del escritorio,

 

"No lo escuches."

Ella movió su cabeza hacia Stug

"Yo soy Lady Min. ¡Debo hablarte rápido y a solas!".

 

El Comandante de la Base la contempló lánguidamente.

"Como

dije, pobre muchacha,"

 

dijo Stug.

"Ella siempre ha tenido esas alucinaciones paranoicas. Alguien delante de ella. Mensajes de vasta

importancia. Pensé que ella estaba curada, bien, ahí estás."

 

Él empezó a levantarse.

"Así que los pondremos de regreso en la

institución. Lamento tenerlos." "¡No lo escuches! ¡Soy Lady Min!”

 

Con una sonrisa aburrida, el Comandante de la Base se

inclinó al cesto de basura y tomó un periódico. Extendiéndolo sobre el escritorio señaló una foto de Lady Min en

la primera página. La nota decía,

 

"Lady Min da un baile de caridad. Ayer Lady Min fue anfitriona de tres mil notables en el

Baile de Caridad para niños extraviados"

 

La imagen era una foto de prensa muy retocada mostrando a Lady Min con

un gran peinado y una diadema. El dedo del Comandante de la Base corrió hacia la fecha del periódico.

 

¿”¿Cómo es

que Lady Min estaba en la capital hace tres días y tú estas aquí?"

 

Él lanzó el periódico a un lado y se reclinó a hacia atrás

en su sillón.

 

"Ella no se parece a ti." Lady Min se enfureció y dijo con frustración,

"Es una mentira, idiota. Y se trata de

un periódico falso."

Stug de nuevo empezó a levantarse.

 

"Bueno, continuemos. Ella muestra un ligero parecido. Se aprovecha de esto también."

Ambos, Stug y el Comandante de la Base estaban de pié. El Comandante de la Base se inclinó hacia adelante con

sus nudillos en el escritorio.

 

"Bueno, supongo que estas cosas suceden. Me da gusto ser de ayuda..."

Lady Min levantó su

mano para callarlo.

 

"Espere, Le probaré que soy actriz. ¡Mire! ¿Qué está haciendo eso debajo de su cinturón? ¡Dios mío, hagamos

funcionar esta cosa!"

 

Su mano izquierda pasó por encima de la hebilla del cinturón, después, graciosamente, con su

mano derecha apareció una paloma de por detrás de la hebilla del cinturón en el estomago del Comandante. La

paloma empezó a volar en un loco aleteo de sus alas. Su ágil mano izquierda dio un manotazo a la funda abierta

de la pistola del Comandante, y en una fracción de segundo transfirió la pistola de él a su muslo izquierdo,

chasqueando su liguero y cubriendo la pistola con su falda. Todas las miradas estaban dirigidas hacia la paloma en

el aire, que viró hacia Stug y finalmente se reposo en una lámpara en el escritorio. Stug, rápidamente, interrumpió

lo que el Comandante en Base iba a decir,

 

"Sí, ella siempre sorprende a otros pacientes con ese truco."

Él le hizo una seña

al policía secreto quien prontamente tomó a Lady Min y a Ap y los empujó hacia la puerta.

 

"Estoy muy agradecido

por su cooperación, Comandante,"

 

dijo Stug. "Con su permiso, los llevaremos ahora al planeta Hogar."

Él estrechó la mano del

Comandante.

 

"Por cierto," dijo el Comandante en Base,

"Creí que habían disuelto a la Policía Central Secreta." "Oh, eso,"

respondió Stug.

 

"Creo que ellos están buscando otros trabajos tan rápido como pueden. Pobres diablos. Bueno, adiós y gracias."

El

Comandante en Base tomó la paloma y se la dio al doctor.

 

"Realmente tiene pacientes interesantes. Bueno, tengan un viaje

seguro."

 

Unos minutos después, en el hangar, la señal verde de "Atmósfera segura"

empezó a destellar mientras que

las grandes puertas se cerraron sellando el aire dentro del hangar. La señal roja de

 

"no-aire"

se encendió. La puerta

del hangar empezó a abrirse.

El interior de la nave de la Policía era gris-verdoso, como en cualquier prisión. Un policía Secreto se encontraba

en los controles, mientras que el otro terminaba de ajustar la rampa desde el interior. Stug empujó a Ap y a Lady

Min para atrás por el pasillo y los arrojó a dos duras sillas. A cada lado del asiento había mamparas que se

cerraban con una gran puerta de hierro. Correas a la altura de los hombros, y ajustadas al asiento les fueron

puestas. Stug no muy suavemente las cerró alrededor de ellos. Lady Min era más baja que la mayoría de los

presos, y las correas apenas llegaban a sus hombros. Stug las apretó con una inusual ferocidad.

 

"Esto bastará, busca

pleitos hasta que los llevemos a la mesa de operaciones,"

 

dijo Stug. La nave ascendió con un rugido saliendo del hangar al

espacio. Stug se estabilizó, saliendo luego de la "jaula" al recinto.

Lady Min miró a su derecha, justo hacia un área escondida del frente de la nave. Una expresión de terror y horror

se extendió por su cara.

 

"Dios mío," chilló Lady Min. "¡Una bomba de tiempo!”

El piloto soltó los controles y giro

para volver por el pasillo. El otro guardia se paralizó con un terror paranoico. Ellos sabían muy bien cual era su

trabajo y no dudaban en lo más mínimo que muchas veces en el interés de Estado los prisioneros no llegaban

vivos.

 

"¡Una bomba de tiempo!" Gritó otra vez Lady Min.

"¡No tienen la menor intención de que lleguemos vivos! ¡Déjenme

salir!"

 

Ambos guardias corrían por los pasillos. Stug había terminado de cerrar la puerta de la jaula. La volvió a

abrir luchando con la cerradura, después metió la cabeza adentro mirando el punto escondido. Lady Min con

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dificultad subió la correa al nivel de su garganta. Su mano fue a su falda, y con un rápido movimiento sacó la

pistola y disparó. Verdes y violetas ráfagas golpearon el estómago de Stug tirándolo para atrás con un gran golpe.

Cayó. El Policía más cercano patinó tratando de pararlo, clavó sus dedos en la pistola. Lady Min disparó, el tiro le

dio en el hombro izquierdo lanzándolo para atrás, y su pistola voló por el pasillo. El segundo policía trataba

frenéticamente de poner la ametralladora en su hombro, pero Lady Min disparó y el tiro dio en la boca de la

ametralladora. Fragmentos del arma desintegraron la cabeza y el hombro del guardia y los transformó en una bola

de fuego verde. El humo se esparcía por el piso atravesando la cabina de la nave policial. Tres cuerpos se hallaban

inertes en el suelo, carbonizados, imposibles de reconocer. Lady Min se dio vueltas lentamente, Ap con

considerable esfuerzo se soltó de las correas, y parándose trató de recobrar la estabilidad. Tosió por el humo. Los

motores continuaban con sus acelerados quejidos y su nariz se elevaba al vacío del espacio exterior. Ap suspiró,

"¿Y ahora que hacemos para poder navegar?"

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