CAPÍTULO OCHO Rawl estaba parado solo en el área de desfiles de la Base Galáctica Tierra. La Brisa del mar hacía ondear a las banderas. El piso estaba pavimentado con mármol blanco, y rodeado de una balaustrada ornamentada y dorada. A los lejos se veía un volcán; el viento movía su humo horizontalmente. Ner, la montaña negra contenía las barracas, vastos hangares y talleres, levantados en el terreno de los desfiles, frente a un sinfín de puertas de hangares, de la cual podían salir una multitud de naves de defensa o ataque, como también de transporte. Había una banda vestida brillantemente, tocando música con aire militar. El viento rasgaba el uniforme de Rawl. Él miraba a los dos grupos que se acercaban, tenía una débil sonrisa en sus labios y una mirada poco amistosa. El primer grupo estaba compuesto de Oficiales de alto rango, que estuvieron a la cabeza de la Organización de la Policía Secreta de la Tierra. Estaban con sus uniformes grises verdosos con trenzas de oro. Zell, el cabecilla de la Policía Secreta de la Tierra avanzó estirando su mano.
"Bueno es un adiós de la Tierra para nosotros."
Dijo Zell al estrechar las manos de Rawl, cuyos ojos estaban alertas.
"Así que nos deja para volver al Planeta Hogar. ¿Se van hoy?" "
Dentro de una hora." Miró a su alrededor y suspiró.
"Mirándolo bien, nosotros los de la Policía Secreta no fuimos tan infelices aquí en la Tierra,"
suspiró, "Y cuando lleguemos a casa seremos disueltos." "Suerte de la guerra,"
dijo Rawl. El jefe de la Policía Secreta no pudo evitar que su voz sonara violenta.
"Sí, bueno ese Congreso suyo nos aniquiló. Pero es todo para bien, claro. Nuestro octavo regimiento se está alistando en este momento. Así que, ¿suerte de guerra eh?"
Uno por uno estrecharon la mano de Rawl. Después de todo, pensó Rawl son un montón de pobres, a pesar de todos los galones de oro. Llevaban grabadas las marcas de su profesión, cobardes, de miradas furtivas y viciosos. Rawl miró al segundo grupo. Estos eran civiles, los principales cabecillas de la Unidad de Recolectores de Impuestos Personales. Su jefe le estrechó la mano.
"El personal y nuestro equipo se despiden del Comandante Rawl. No más impuestos personales, hah, hah".
Rawl tomó su mano transpirada y la estrechó.
"¿Sus oficinistas e investigadores también se van?" "Sí, hemos sacado a todos de las dos mil ciudades de la Tierra".
Gesticuló hacia la Base que aparecía,
"Es una vuelta al Planeta Hogar, y el desempleo para nosotros".
Los cinco jefes civiles le estrecharon la mano uno por uno, y siguieron los ejecutivos a las entradas y rampas de la Base. Pero el jefe de Impuestos no pudo resistir un comentario final. Se dio vuelta desde cierta distancia.
"Cuide que su privacía no se vea invadida".
Rawl se quedó por algún tiempo mirando como se iban. Sus ojos entrecerrados, especulativos. La banda paró de tocar, los tamborileros empezaron a hacer un redoble de una marcha y luego se fueron. Rawl caminó a la balaustrada y se apoyó en ella. Sus ojos aún miraban el alcantarillado. Los transportes partían desde los hangares, primero uno por uno, luego dos en dos, después cuatro en cuarto. Rawl se dirigió hacia el comunicador,
"me traen un mapa de comunicaciones!"
El mapa apareció equipado de compactos paneles, y una pantalla. El radio operador manipulaba los botones para con eso hacerla funcionar. Rawl tomó un micrófono.
"Cuartel General del Sistema Interceptor de Uranus. Comandante Mish".
El radio operador tocó un botón rojo. Mientras Rawl esperaba miraba el panorama de las naves que partían. Su sonido era seguido por pequeñas explosiones, a medida que eran lanzadas de los hangares. Luego se elevaban en línea recta pasando la barrera del sonido. Rawl volvió su atención al mapa.
"Hola Mish".
Después de ajustar la imagen, Mish apareció en ella. Estaba sonriendo. El cuello de su camisa se encontraba desabotonado, no tenía su gorra, y estaba tomando de una taza humeante. Estuvo muy contento de escuchar a Rawl.
"Hola Rawl, ¿cómo está el buen planeta 22 Tierra?" "¿La policía Secreta y la gente de los impuestos?" "Están dejando el Planeta, cerca de ciento cincuenta mil de ellos". "Bueno, ¡hip! ¡Hurra! ¡por ellos!” Dio vuelta el micrófono hacia la cara de la roca. Mish miraba continuamente su pantalla. "Es seguro que hay muchos transportes". "Ese es el punto. Están tomando cada transporte que tenemos. ¿Por qué no dejan algunos aquí? Están siendo disueltos. La Tierra es un buen planeta". "Ah" . "Lo tomaron demasiado dócilmente y con mucha alegría. Mish, quisiera hacerme humo. Yo tenía algunas personas confiables e inteligentes del planeta Hogar. Ahora todo está callado y tranquilo. No recibo nada de allí y no lo he hecho en varios meses". "¿Quieres que mande una patrulla?" "No, eso no nos diría nada. Lo que quiero que hagas es ordenar a cada Estación del Sistema Solar que te den un inventario de sus municiones, gasolina, comida y repuestos. ¿Has tomado nota?" "Bien. El día en que puedas confiar en Xenu no llegará nunca". Rawl colgó el micrófono en su lugar. El viento seguía agitando las banderas. El largo desfile de las naves que partían formaba una línea negra y siniestra en el cielo, a Rawl no le gustó para nada. Ajustó su gorra que se quería volar a causa del viento, y siguió mirando al cielo.
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