martes, 9 de agosto de 2011

LAS TORTURAS DE LA CIA 16 - PAGINA 20

Vidas_pasadas_7
En marzo de 1980 tomó un avión de Teherán a Moscú y pasó los dos años siguientes cursando estudios de posgrado en Medicina. Fue seleccionado para seguir el curso de técnicas de control psíquico, basándose en los métodos que se habían utilizado con éxito en los años cincuenta para lavar el cerebro de los prisioneros aliados durante la Guerra de Corea. A pesar de lo que había aprendido durante los primeros años en la CIA, Buckley telefoneó a Sidney Gottlieb para ponerse al día en algunos asuntos. Aunque hacía once años que Gottlieb había abandonado la CIA, algunos colegas seguían llamándolo en busca de consejo. Fue Gottlieb quien colmó las lagunas de Buckley sobre el plan de estudios que se seguía en la Patrice Lumumba. Probablemente, lo primero que le enseñaron al doctor Al Abub fue que el lavado de cerebro dependía de una presión psicológica cuidadosamente calculada. Esto incluía el uso de la repetición, el hostigamiento y la humillación. Los alumnos se turnaban para desempeñar el papel de «interrogadores» y «detenidos». Aquellos a quienes se les había asignado el papel de «prisioneros» debían memorizar textos comunistas cada vez más largos y complejos. A la primera señal de cansancio, falta de cooperación o incapacidad para contestar correctamente se les aplicaban técnicas de hostigamiento. En algunas ocasiones, los tutores interrumpían al «prisionero» mientras comía y lo adoctrinaban sobre la necesidad de prestar atención. Cuando regresaba a la mesa, la encontraba vacía. Lo despertaban de madrugada y le pedían que repitiera fragmentos del texto que no había conseguido recordar antes. Era humillado con una técnica destinada ante todo a que sus compañeros se volvieran contra él. Los tutores explicaban a los compañeros del «prisionero» que también eran responsables de sus errores, de modo que éste se convertía, por lo menos de momento, en objeto de desagrado por parte del resto de la clase. Sólo cuando los instructores decidían que el alumno estaba a punto de derrumbarse escogían a otro para que lo sustituyera. Unos expertos en conductismo analizaban las respuestas de cada uno de los estudiantes y les enseñaban el modo en que, con un poco más de presión, su mente podría haber quedado dañada. Entonces explicaban a los alumnos cómo alcanzar semejante efecto en los demás. En la Patrice Lumumba, al doctor Al Abub también le enseñaron los pasos necesarios para aniquilar la personalidad de un individuo. Un factor clave era crear un estado de dependencia; alcanzada esa fase, la víctima se mostraba dispuesta a recibir la «salvación» de quienes habían pasado a controlar cada uno de sus actos. Le enseñaron asimismo cómo sembrar el sentimiento de culpa en una víctima y cómo eso podía llevar a la destrucción de los principios de toda una vida, todo lo cual conduciría a un deseo cada vez mayor de confesar. Se le dijo que cuando una persona había abandonado así su pasado, debían estimularla para que aceptara nuevas creencias sustitutivas. El doctor Al Abub habría recibido clases sobre cómo preparar a una persona para que manifestara ante una cámara de vídeo que admitía sus culpas y rogaba al mundo que reconociera la justicia de las exigencias de sus secuestradores. Sus tutores le explicaron que eso se podía conseguir mediante el uso de drogas que creaban desorientación, provocaban miedo, producían estímulos generadores de confusión y causaban fatiga y debilidad física. Buckley sabía que ésas eran las técnicas que el doctor Al Abub estaría utilizando con los rehenes encarcelados en Beirut Oeste. Al principio de su estancia en Beirut, Buckley estableció contactos con un destacado katsa del Mosad, el agente destinado en la ciudad. En aquellos tiempos, la relación entre el servicio de espionaje israelí y la CIA era estrecha, pese a los rumores de que el Mosad había tenido noticias con antelación del ataque que se produjo el 23 de octubre de 1983, cuando un terrorista suicida de Hezbolá lanzó un camión contra el cuartel general del Octavo Batallón de Marina de Estados Unidos situado cerca del aeropuerto de Beirut, pero el Mosad negó con vehemencia que estuviera enterado de un ataque que mató a 285 marines. No obstante, la relación entre el jefe de la CIA, que en aquel momento era William Casey, y el del Mosad, Nahum Admoni, era de respeto mutuo, lo que se traducía en una «cooperación por la puerta trasera», como la denominaba Casey. En una conversación con Buckley, Casey definió a Admoni como «un judío dispuesto a ganar un concurso de meadas en una noche lluviosa en Gdansk». El katsa de Beirut era buen amigo de Admoni: habían ido al mismo colegio, el elitista Rejavia Gymnasium de Jerusalén, y compartían la misma pasión por los idiomas. El katsa había servido anteriormente en algunas de las ciudades donde Buckley también había trabajado en secreto, y eso facilitó la cooperación entre ambos. Pocos días antes de aquella mañana de marzo, los dos hombres se habían dado cita en el café George Washington, situado en la costa de Beirut. El katsa entregó a Buckley un sobre en cuyo interior había una fotografía del doctor Al Abub, un hombre cetrino con entradas en el pelo. Buckley examinó la fotografía hasta que se consideró capaz de distinguir al doctor Al Abub en mitad de una multitud.

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