domingo, 31 de julio de 2011

LAS TORTURAS DE LA CIA 7- PAGINA 11

Tortura_2
Las mías procedían de un redactor jefe; las de Bill, de algún hombre de la CIA en Langley. Una noche, ante una botella de Frascati, cerca del Panteón de Roma, Bill señaló que ambos debíamos ser convincentes y estar dispuestos a contar mentiras mientras íbamos en pos de la verdad. No se me ocurrió mejor descripción de nuestro oficio. Coincidimos en que algunas veces entendíamos mal las cosas. En mi profesión esto no acostumbraba a tener la menor importancia. En la de Bill podía desencadenar alguna de esas pequeñas guerras tan latosas. A medida que fui conociéndolo, me di cuenta de que Bill cultivaba pequeñas excentricidades que exhibía como medallas. Se ponía corbatas que nunca acababan de combinar bien con la camisa o la americana, y durante un tiempo llevó un largo abrigo de cuero con el que parecía un extra salido de una película de guerra. Su mayor preocupación era que le brillaran siempre los zapatos; era incapaz de pasar ante un limpiabotas sin detenerse para que le diera más lustre. En Roma empezamos a vernos regularmente. Por lo general, Bill aparecía con dos o tres funcionarios de la embajada y la conversación era tan buena como la comida. Una noche llegó con William Colby, un hombre callado y comedido, con la actitud inquisitorial propia de un miembro de la Compañía de Jesús. Preguntó poco pero escuchó mucho. Más tarde, Bill me contó que Colby había saltado en paracaídas sobre la Francia ocupada por los alemanes en 1944, a los veinticuatro años, cuando ya era todo un comandante de la OSS, la Oficina de Servicios Estratégicos precursora de la CIA. Tras la guerra siguió combatiendo a los fascistas en Italia, ya como uno de los primeros miembros de la CIA. Durante aquella cena, Bill escogió como tema de conversación los grandes escándalos protagonizados por espías durante la Guerra Fría: Los secretos que había revelado Klaus Fuchs sobre la bomba atómica estadounidense y el modo en que Guy Burgess y Donald MacLean habían puesto en peligro a los agentes del MI5 y el MI6. Señalé que el nombre de todos ellos se había convertido en sinónimo de traición y doblez, y Buckley sonrió ante mi observación. Aquella sonrisa llegaría a serme familiar. Con el tiempo me he hecho una idea más completa de él. Bill era muy agudo. En una ocasión comentó que la única manera de escribir sobre el espionaje era «escuchando los siseos de las gachas». Era un modo sucinto de describir su actitud ante una escaramuza mortal en un callejón sin nombre, el sobresalto cuando saltaba por los aires un agente o una red, el descubrimiento de una operación encubierta capaz de destruir años de trabajo construyendo puentes políticos, un fragmento de información mundana que completaba un rompecabezas concreto y oculto. Más tarde, cuando nos conocimos mejor, me convenció de que el espionaje es la clave que nos permite comprender por completo las relaciones internacionales, la política mundial y el terrorismo. Al final llegaría a saber muchas cosas sobre Bill, su vida y su época. Bill Buckley nació el 31 de mayo de 1928 en Medford, Massachusetts. Su padre era agente de bolsa; su madre lo educó, junto con sus dos hermanas, en el respeto a la autoridad, el deseo de conseguir buenas notas y el amor a su país. La familia, religiosa pero no devota, era un claro caso de católicos partícipes de la ética protestante que asistían a misa los domingos y las fiestas de guardar. Si en algo se distinguía aquella vida era en ser especialmente soporífera. Mamá y papá querían que a sus hijos les fuera bien en la vida, encontraran un trabajo seguro y se casaran con jóvenes de buenas familias de clase media parecidas a la de los Buckley. Desde muy pronto el padre de Bill trazó el camino de su hijo, basado en el ejemplo de su vida decente y buena, plena del espíritu abnegado típico de Nueva Inglaterra, y en la firme creencia de que el éxito sólo puede conseguirse mediante el trabajo duro y la más estricta probidad. En ese mundo, Bill estaba destinado a cursar humanidades y seguir estudiando hasta adquirir una buena base para los negocios. Más tarde pasaría a colaborar con su padre. En un momento u otro encontraría a la muchacha de su vida, se casaría con ella y seguiría el camino marcado por su padre. Con suerte, así se garantizaría la aparición de numerosos Buckley que votarían a los republicanos y darían orgullosas muestras de patriotismo y fe en Estados Unidos. Bill tenía otras ideas. Ya de pequeño había dado muestras de interesarse por la intriga y de poseer una nítida conciencia de lo que estaba bien. Leía con avidez cómics, periódicos, revistas y libros que le sirvieran para profundizar sus conocimientos sobre la guerra. Al principio de la adolescencia era capaz de dar conferencias a sus compañeros sobre los entresijos de las grandes batallas de la Primera Guerra Mundial; a los quince años sabía más sobre la filosofía de Napoleón o de Wellington que sus profesores. En casa jugaba a la guerra en el suelo de su dormitorio y dedicaba horas enteras a desplegar ejércitos de soldados de plomo. Los soldaditos, alineados en pulcras hileras, caían bajo los cañones ocultos entre las patas de la cama y de la cómoda. Después los resucitaba trabajosamente para comenzar nuevas batallas. Su obsesión por la guerra y la política que la creaba era puramente personal, pues nadie en su familia sentía el menor interés por ninguno de ambos temas. En junio de 1945, Buckley se alistó en el ejército de Estados Unidos como soldado raso. Le parecía un deber patriótico. Su única decepción fue que llegó demasiado tarde para entrar en combate pues Japón se rindió cuando apenas hacía dos meses que había entrado en el campamento de entrenamiento

sábado, 30 de julio de 2011

LAS TORTURAS DE LA CIA PAGINA 10

Ninguno de ellos conocía otro de los secretos que Sidney Gottlieb se llevaba a la tumba aquella mañana de marzo de 1999: el papel que había desempeñado en el asesinato de William Buckley, el hombre que llegó a ser el agente más importante de la CIA en Oriente Próximo. Bill Buckley no sólo fue para mí una fuente importante y de total confianza sobre el mundo del espionaje, sino que además se convirtió en un amigo bueno y leal. Tal vez algunas personas se sorprendan e incluso lo consideren de cierto mal gusto: la idea de tener un amigo que actúa en el submundo de nuestra sociedad no suele caer bien entre los escrupulosos. Del mismo modo que Henry Simpson declaró cuando lo nombraron secretario de Estado en 1929 que «un caballero no lee el correo de otro» —después de que se le informara sobre las atribuciones del servicio de espionaje del país—, algunas personas siguen pensando que los hombres como Bill Buckley pertenecen a un mundo del que no desean formar parte. Consideran que proceden de los bajos fondos, juegan sucio y no son la clase de invitados que uno desearía recibir en casa. En realidad, Bill era una persona de educación esmerada que se expresaba correctamente, y además era un excelente anfitrión. No le habría costado encontrar un trabajo seguro en Wall Street o en cualquier otro rincón del establishment de la costa Este. En cambio prefirió trabajar para la Central Intelligence Agency, la CIA, porque Estados Unidos nunca había tenido un servicio de espionaje en tiempo de paz con miras tan ambiciosas. Consideraba que era una gran oportunidad para satisfacer dos poderosas fuerzas motrices de su carácter: la necesidad de servir a su país de un modo tal que satisficiera a la otra fuerza impulsora con una vida de emociones donde estuviera presente la sensación de peligro. Disfrutaba viviendo en un mundo mascu-lino, y seducía a las mujeres con un encanto pasado de moda y un estilo que habría admirado el gran Gatsby. Al principio la relación entre ambos fue un poco difícil. Él sabía, como corresponsal extranjero, que era inevitable que yo entrara en conflicto con el modo en que el gobierno y los militares desean siempre controlar las noticias a su favor. Me he encontrado con situaciones como ésa una media docena de veces, desde la Crisis de Suez, en 1956, hasta la Guerra del Golfo, pasando por la Guerra de Vietnam y otros conflictos menores de Asia y África. Los agentes distorsionadores que controlan el acceso a la verdad basan su trabajo en la frase del general Dwight Eisenhower, quien afirmó durante la Segunda Guerra Mundial: «La opinión pública gana las guerras, y los periodistas tienen que ocuparse de que ganemos la guerra, como hacen los militares.» Eisenhower se equivocó en muchas cosas, pero en ninguna tanto como en el papel que deben desempeñar los periodistas. Estamos aquí para informar. Nada más. Y nada menos. Mi visión sobre este tema, tal vez demasiado apasionada, sirvió para romper el hielo con Bill Buckley, pues él coincidía plenamente conmigo. Decía que los periodistas que perdían la independencia se convertían en meros propagandistas, y se había hartado de verlos en Saigón redactando informes entusiastas sobre el recuento de bajas enemigas, que nada tenía que ver con lo que realmente estaba pasando. De un modo tan sencillo empezó nuestra amistad. Una de las primeras cosas que hicimos fue prescindir de la ficción de que Bill era sólo jefe de protocolo de la embajada local de Estados Unidos en el país donde quisiera la suerte que nos encontráramos. Es frecuente que los agentes simulen ser lacayos de un departamento de Estado, pero Buckley reconocía que aquella situación podía llegar a ser irritante. Nos conocimos en Roma. Me habían enviado allí para sustituir a otro corresponsal destinado a Oriente Próximo, uno de esos personajes que no desean otra cosa que estar en acción, atraídos por lo que se ha denominado «la terrible belleza de la guerra». Desde mi época de novato bajo las alas de heroicos corresponsales como Sefton Delmer, Rene McCall y Richard Killian, yo sabía que correr grandes riesgos no formaba parte del trabajo. Tal como Killian me dijo en una ocasión: «Una cosa es parecer sereno bajo el fuego y otra totalmente distinta y francamente idiota es buscarlo de entrada.» Algunos de mis deberes romanos consistían en recorrer el «circuito de embajadas» e informarme de las diversas versiones diplomáticas sobre lo que estaba pasando o iba a pasar en la cuenca occidental del Mediterráneo. Así fue como conocí a Bill. Tomamos un café cerca de la escalinata de la Piazza di Spagna, que se fue alargando hasta la hora de la comida, durante la cual le confesé que mi suegro había sido agente del MI6 y había dirigido una trama de espionaje en las dos Alemanias de la posguerra mundial. Bill sonrió y me dijo que ya lo sabía. No era exactamente un hombre guapo; los ángulos de su rostro no acababan de formar un todo atractivo. Tenía la barbilla demasiado prominente y los ojos excesivamente juntos, lo que le confería un teatral aspecto amenazador. Resultaba más favorecido cuando se encontraba en movimiento, desmigajando un panecillo para echarlo en la sopa o utilizando el índice para remarcar alguna observación. Durante los primeros encuentros comentamos las similitudes entre el periodismo y el espionaje: ambas profesiones viven de la información y de unas fuentes que pueden ir de lo más elevado a lo más abyecto. Ambas dependen de la confidencialidad, sin la cual se evaporan las fuentes y no aparecen otras nuevas para sustituirlas. En nuestros respectivos trabajos obteníamos información de acuerdo con unas órdenes.

viernes, 29 de julio de 2011

LAS TORTURAS DE LA CIA 5 - PAGINA 9

Durante los veintidós años que estuvo en la CIA ocultó su trabajo incluso a su familia y amigos más íntimos, y en sus conversaciones era poco preciso respecto a en la ocultación y ponía gran empeño en permanecer en la oscuridad. Cuando sabía algo no lo dejaba traslucir. Y casi todo el mundo daba por hecho que sabía todavía más; eso le ayudó a sobrevivir a las purgas que de vez en cuando barrían Langley con la velocidad de un ladrón nocturno. Algunos de los presentes en la capilla, que permanecían silenciosos en los bancos, con los ojos clavados en el ataúd, habían sido víctimas de los rumores corrosivos, de los discretos susurros que pusieron fin a más de una carrera profesional durante los largos días de sospechas. Recordaban a Gottlieb como un científico metódico y cuidadoso, aunque lo consideraban demasiado presto a experimentar mucho más allá de los límites de cualquier código ético. Sus defensores insistían en que «hizo lo que hizo porque eso era exactamente lo que hacía falta, y nadie podría censurárselo dado el contexto temporal». Sus detractores decían en cambio que en su trabajo para la CIA, Gottlieb era el prototipo de científico que, al pervertir la ciencia, contribuía a hacer del mundo un lugar más oscuro. Durante aquellos veintidós años dirigió experimentos inhumanos en una proporción cercana a la de los médicos nazis, los psiquiatras soviéticos que declaraban enfermos mentales a los disidentes y los mé-dicos japoneses que durante la Segunda Guerra Mundial llevaban a cabo vivisecciones con prisioneros. Al final no había diferencia entre ellos y lo que Gottlieb había hecho o autorizado a hacer en su nombre, porque no hay nada peor, más alarmante o más difícil de aceptar que la participación de un médico en semejantes tareas. Muchas de las víctimas de Gottlieb murieron, otras se volvieron locas, y muchas otras sufrieron daños psicológicos irreparables. Los experimentos que llevó a cabo o que ordenó realizar a otros supusieron una burla y una perversión de la ética médica. Tanto él como los demás, en lugar de curar infligieron malos tratos por una idea compartida: que lo hacían para proteger a Estados Unidos del comunismo —en última instancia al mundo libre—, y esta creencia reemplazó todo juicio moral. Sin duda, también se daba en ellos algo de la «banalización del mal», expresión empleada para describir los actos de los médicos del nazismo. Tal vez lo que los hacía más terribles era que tanto Sidney Gottlieb como sus colegas no vieron nunca nada malo en sus actos. Muchos de ellos eran abnegados padres de familia, y estaban convencidos de que llevaban a cabo una tarea divina combatiendo la impiedad del comunismo. Sidney Gottlieb, hijo de judíos procedentes de Hungría, pronto rechazó la fe de sus padres y prefirió probarlo todo, «desde el agnosticismo hasta el budismo zen». En el City College de Nueva York coqueteó con el catolicismo; en la Universidad de Wisconsin, donde se tituló magna cum laude en Química en 1940, fue luterano. Más tarde, tras obtener el doctorado en Bioquímica en el California Institute of Technology, abandonó la fe protestante al casarse con Margaret Moore. Antes de cumplir los veinte años, Gottlieb flirteó con el socialismo, aunque nunca tuvo carnet del partido. Cuando en 1951 decidió ingresar en la CIA, expuso ante el comité de selección sus creencias izquierdistas, pero éstas no influyeron en ningún sentido. Durante aquel período de la historia de la CIA, a ésta le resultaba difícil atraer a las personas adecuadas, pues a los ambiciosos se les ofrecían mejores oportunidades profesionales en el mundo docente o de los negocios, tanto en remuneración como en prestigio público. Lo que atraía a Gottlieb era el patriotismo y la mística que rodearía su trabajo. Siempre sabría más que sus compañeros del exterior. Y así fue. La Agencia le permitió trabajar dentro del marco de su ética, que dictaba que el fin justificaba los medios. Mientras aguardaban el momento de dar el pésame a la familia, los ancianos presentes en la capilla que lo habían conocido en aquella época recordaban muy bien todo esto y mucho más, y no habían olvidado cómo era Gottlieb en su mejor momento: poseía una gran resistencia física y una seguridad en sí mismo que compensaba con creces la deformidad de su pie. Tenía una constitución extraordinaria y era capaz de hacer que un día le rindiera como dos: sólo necesitaba cinco horas de sueño en tiempo normal, y durante largos períodos era capaz de trabajar con eficacia con tan sólo siestas de un par de horas. En esos casos, su voz nasal se hacía más cortante y pronunciaba con mayor precisión. Siempre sabía lo que quería y cómo quería que se hiciera. Poseía otras cualidades que lo convertían en un genio ante sus colegas: resolvía problemas con una velocidad asombrosa gracias a una mente pragmática y a un instinto especial para descubrir y explotar las aptitudes, motivaciones y limitaciones de quienes trabajaban con él. Le fascinaban los detalles. Daba gran importancia a los hechos, de los que almacenaba una enorme cantidad en la memoria, y siempre estaba listo para asimilar aún más. Sin embargo se concentraba por completo en la tarea que tuviera entre manos, todo lo cual lo convertía en una persona perfecta para ser el «asesino por todos los medios posibles» de la CIA. Otros de los presentes en la capilla, que ignoraban todo esto, lo recordaban como un esteta, no sólo familiarizado con las costumbres de las cabras sino muy versado en las antiguas civilizaciones. Gottlieb era para ellos un hombre amable, leal y considerado. Para Margaret, Sidney había sido el amor de su juventud, el primer hombre de su vida y el padre de sus cuatro hijos, dos chicos y dos chicas.sus responsabilidades.

jueves, 28 de julio de 2011

LAS TORTURAS DE LA CIA 4-

elms, antiguo corresponsal en el extranjero cuya vida parecía sacada de un libro de Hemingway, había encontrado en Gottlieb un oyente bien dispuesto, y éste en él un poderoso aliado. Fue el octavo director en ocupar las salas del séptimo piso de Langley. Una vez instalado, Helms hizo llamar a Gottlieb y lo escuchó durante horas. Después asintió y dijo: «Sidney, tendrás todo lo que quieras. Sea lo que sea.» Ninguno de los ancianos que asistían al funeral habría puesto en duda que Helms habría acompañado con orgullo el ataúd de su amigo hasta su última morada. En cambio no sería ése el caso de Colby. Todos los dolientes, sin excepción, lo habrían paralizado con su sola presencia. William Egan Colby era el bocazas, el director de la CIA que reveló en el Congreso lo que había hecho Gottlieb, un acto insólito en virtud del cual una agencia secreta descubrió sus propios secretos. John Ranelagh, autor de un libro fundamental sobre la CIA, titulado The Agency, había entrevistado previamente a uno de los presentes en el funeral, el cual había descrito a Colby como «un individuo de la vieja escuela, pero de una escuela distinta. Colby era católico, su padre era militar. No era de la "familia": era mucho más mezquino y desagradable, y mucho más sucio». Otros, como el distinguido historiador militar Nigel West, rechazaban de plano la imagen de Colby como un «soplón». Lo que resultaba indudable era que Colby, tras ser un agente entregado a la causa durante la Guerra Fría y, en muchos aspectos, un ejemplo modélico de lo que debería ser un agente —un hombre implacable, dedicado a los hechos y ajeno a la especulación—, se había convertido en director de la CIA en una época en que la Agencia era objeto de ataques desde todos los puntos. El New York Times había dirigido las acusaciones, censurando la participación de Colby en el programa Phoenix por considerarlo un «plan de tortura y asesinato sistemáticos organizados por Colby», y poniendo énfasis en las cifras que el mismo Colby había facilitado en su testimonio ante el Congreso sobre el número de muertos causados por el programa. Si bien el periódico concedía que nadie podía imaginar a Colby torturando con sus propias manos —tenía «aspecto de boy scout»—, lo cierto era que «plenamente convencido de la política de Estados Unidos en Vietnam, había perdonado todo lo hecho con el fin de ganar la guerra». A Nigel West este juicio le parecía inaceptable y rechazaba el punto de vista, ampliamente compartido y defendido por Ranelagh en su libro, de que la Operación Phoenix «adquirió rápidamente fama de programa de terror y asesinato y se convirtió en el blanco favorito de quienes estaban cada vez más desencantados con la guerra. Cuando Colby reconoció la re-lación de la CIA con esta operación, se extendió la idea de que la Agencia era un elefante solitario, incontrolado e incontrolable». Fuera cierto o no, los ancianos congregados en la capilla —espías, analistas, abogados, todos ellos antípodas de James Bond— eran incapaces de perdonar a Colby. Algunos prestarían oídos sin duda al argu-mento de que Colby no tenía otra alternativa que romper el código de omerta, pero para la inmensa mayoría era el gran traidor, y el hecho de que en otros tiempos hubiera sido una de las grandes figuras del espionaje estadounidense no hacía más que agravar las cosas. No sólo se había distinguido en la Segunda Guerra Mundial sino que había olvidado más cosas sobre sabotaje y terrorismo de estado de lo que la mayoría de los hombres aprenden en toda su vida. Pero todo aquello no había servido para nada. Contó ante el Congreso todo lo que sabía sobre las prácticas de Sídney Gottlieb y, para aquellos ancianos, por fuertes que hubieran sido las presiones recibidas, aquello era imperdonable. Para aquel entonces hacía ya tiempo que Gottlieb se había marchado de Langley, pero su legado perduraba. Incluso estando muerto ejercía fascinación. Los periodistas rondaron el domicilio familiar de Washington, Virginia, atraídos por el rumor de que Gottlieb, gravemente enfermo de cáncer y de una enfermedad coronaria, había acelerado su muerte con una sobredosis de morfina. Pero su esposa Margaret, hija de misioneros presbiterianos, se mantuvo fiel a las normas de discreción que le había inculcado su esposo y se negó en redondo a revelar la causa de su defunción. Algunos de los presentes en la capilla sólo conocían al Gottlieb de los últimos años, el que trabajó en una leprosería de la India y luego regresó a Virginia del Norte para criar cabras en una granja. En algún momento de su vida se aficionó enormemente a los bailes folclóricos y, a pesar de que tenía un pie deforme, bailaba muy bien. Otros recordaban que le gustaba caminar por las estribaciones de las cercanas montañas de Blue Ridge, cuando no colaboraba como voluntario en un centro para enfermos terminales. Con todo, algunos de los hombres recordaban a un Sidney Gottlieb diferente. Habían trabajado con él en los buenos tiempos, cuando presidía un departamento de la CIA especializado en crear drogas alteradoras de la conducta y toxinas letales administradas mediante aerosoles. También había ideado relojes de pulsera capaces de arrancar la mano, pistolas de dardos que mataban sin dejar rastro y venenos que paralizaban los músculos y provocaban lo que él denominaba «un sueño involuntario».

miércoles, 27 de julio de 2011

LAS TORTURAS DE LA CIA 3- PAGINA 7

Ficcion_17
Más de uno de los presentes en aquella capilla donde sonaba la música del órgano podría haberlo atestiguado. Algunos habían trabajado al servicio de Gottlieb, creando situaciones y experimentos destinados a obtener datos de la oscuridad; impenetrable. Gottlieb fomentó que llevaran sus órdenes hasta el límite de las conjeturas, pero en ningún caso quiso que tuvieran en cuenta el aspecto ético de lo ordenado. Los países donde la tortura forma parte de la infraestructura de control han copiado los métodos que creó Sidney Gottlieb. En el año 2000, Amnistía Internacional elaboró una lista de más de cincuenta naciones donde todavía se utilizan estos métodos, en un orden alfabético que abarcaba de Angola al Zaire. En 1999, el régimen talibán de Afganistán utilizó parte de sus reservas en divisas fuertes para comprar más máquinas de electroshock como las que formaban parte del equipo de investigación de Gottlieb para conseguir el control psíquico. En Irán, Irak y Paquistán son frecuentes otros métodos que él defendía, como las drogas que provocan terror y los largos períodos de aislamiento. Precisamente debido a la autorización de tales métodos, el general Augusto Pinochet habría sido juzgado si la Gran Bretaña de la baronesa Thatcher no hubiera dejado que la campaña llevada a cabo en marzo del año 2000 permitiera el regreso del dictador a su país, tras dieciocho meses de confortable arresto domiciliario en una mansión de las afueras de Londres. Cuando Pinochet regresó a su país, siguió viéndose envuelto en la polémica. Sus partidarios lo acogieron como a un héroe, pero sus adversarios se mostraron cada vez más categóricos y exigieron que se lo sometiera a juicio. Se dijo que debería comparecer ante el tribunal de crímenes de guerra de La Haya, pero en junio de 2001 seguía llevando una vida cómoda en Chile, mientras su mente con frecuencia se perdía en la penumbra, y nadie sabía en qué estaba pensando. Mientras fue primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher aprobó que sus fuerzas de seguridad en Irlanda del Norte emplearan los métodos de Gottlieb para quebrantar la voluntad de los presos del IRA. Entre estos métodos figuraba el de mantener a los presos encapuchados durante días y sometidos a un ruido intenso y continuo. En Israel se aplican métodos similares de modo habitual contra los sospechosos de ser terroristas árabes. El antiguo régimen del apartheid sudafricano utilizó tales técnicas hasta el último día de su estancia en el poder. Desde hace años, Marruecos, Siria y Egipto han ordenado a sus médicos que se familiaricen con los métodos de Gottlieb, y lo aprendido ha pasado a formar parte de sus técnicas de tortura. A Sidney Gottlieb le corresponde sin duda un lugar en el panteón del horror, junto a los genocidas y los asesinos en serie. Gottlieb fue un hombre poco atractivo, estrecho de hombros, de cuerpo enjuto, pulcro y de cabello siempre cuidadosamente cortado. Tenía aspecto de profesor universitario por su ajada cartera llena de libros y papeles, por su manera de hablar, por su voz cultivada que pocas veces se elevaba por encima del murmullo, y por una inigualada capacidad para prolongar un silencio en la sección de Technical Services. Esta sección de la CIA, conocida también por el nombre de Office of Scientific Intelligence, tenía una misión sucinta: «Aprovechar las líneas operacionales, los métodos científicos y los conocimientos que puedan servir para alterar actitudes, creencias, procesos de pensamiento y patrones de conducta.» Suponía una carta blanca para que Sidney Gottlieb hiciera lo que quisiera, contratara a quien necesitara y buscara cobayas humanas en cualquier lugar. Estableció un ritmo de trabajo agotador para sus ayudantes. Comía siempre en su despacho, picoteando comida pulcramente envasada —zanahorias crudas, trozos de coliflor y pan casero—, acompañado de una botella de leche de cabra de su propio rebaño. Contemplaba el dinero, la ropa y demás avíos del éxito con una actitud casi desdeñosa. Para él, el poder residía en una sola cosa: resolver el gran misterio del control sobre la mente humana. Algunos de los presentes en la capilla, aquel gélido día de marzo, consideraban que, en cierto modo, era un genio que había puesto todo su empeño en explorar las fronteras de la mente. Sin embargo no tenían intención de dar ninguna explicación, y las preguntas de los periodistas eran recibidas con frías sonrisas y gestos negativos. Aquellos hombres se tomaban muy en serio su anonimato y, a lo largo de los años, habían sabido mantenerse en los espacios vacíos de los organigramas que los periódicos trataban de componer y publicar. Sentados en los bancos, uno junto a otro, con guantes de cabritilla y bufandas anudadas al cuello para protegerse del frío, tal vez imaginaran lo distintas que habrían sido las cosas si aquel funeral se hubiera celebrado en otra época, mucho tiempo atrás, cuando Alien Welsh Dulles, el quinto hombre en dirigir la CIA, habría llevado el féretro con orgullo, pues admiraba profundamente a Gottlieb. El fue el primero en decirle: «Busque la clave del control de la mente humana.» Y la patricia figura de John Alex McCone, el sucesor de Dulles, habría caminado sin duda junto al féretro. También él había admirado a Gottlieb. En cambio no podía decirse lo mismo del séptimo director, William Francis Raborn. Durante los pocos meses que ocupó el puesto, evitó a Gottlieb como si el científico fuera un Merlín de nuestros días en pleno Langley. Por contra, Richard McGarrah Helms habría estado allí con toda seguridad si su mala salud no se lo hubiese impedido.pero lo cierto es que a la larga lo convirtieron en algo todavía más

martes, 26 de julio de 2011

LAS TORTURAS MENTALES DE LA CIA 2

Los asistentes al funeral iban entrando en la capilla, contentos de librarse del viento lacerante que tironeaba de abrigos y sombreros aquella mañana de marzo de 1999. La viuda y los cuatro hijos caminaron lentamente tras el ataúd con rostros serenos y ocuparon sus puestos en un banco delantero. Tras ellos se sentaron otras personas cuyas vidas también se habían visto alteradas, de un modo u otro, por el hombre cuyo cadáver yacía en el ataúd colocado sobre un armazón con ruedas. A pesar de su avanzada edad, Margaret Gottlieb, la viuda, conservaba un cuerpo vigoroso: espalda erguida, rostro impasible y sin maquillaje, piel tersa en torno a los labios y con arrugas en las comisuras de los ojos, después de toda una vida criando hijos con una devoción que constituía la esencia de su carácter, de la misma manera que el trabajo lo había sido todo para su esposo. Para algunos, el doctor Sidney Gottlieb había sido un patriota incomprendido. Los periodistas que habían acudido para presenciar sus últimos momentos en la Tierra lo llamaban «el gran superviviente». Sin embargo, Gottlieb iba a partir de este mundo sin la pompa ni la solemnidad que se concede a un hombre por los servicios prestados a su nación. En el exterior de la capilla no aguardaban unos caballos de tiro con penachos negros, enganchados al coche que llevaría el ataúd a la tumba. Ninguna banda de música marcaría la acompasada cadencia de la muerte. La guardia de honor no avanzaría con paso regular tras el féretro. Nada realzaría el fallecimiento de un hombre que había dedicado toda una vida de trabajo a buscar una respuesta a algo que había contribuido a envenenar la guerra más larga de la historia de Estados Unidos, un conflicto que seguía dividiendo al país como ningún otro desde la Guerra de Secesión: la Guerra de Vietnam. Sidney Gottlieb tuvo un papel excepcional en ella. Espoleado por la Guerra de Vietnam, Gottlieb se dispuso a encontrar un modo para controlar la mente humana. Esto se convirtió en su obsesión. Sus in-vestigaciones fueron la fijación de un hombre cuyas intenciones, tal vez buenas en un principio, se fueron desviando peligrosamente, movidas por una perniciosa mezcla de orgullo y convicción de que lograría pro-gramar la mente humana a voluntad y a cualquier precio. Soñaba con convertir a un ser humano normal en un robot cuyo sistema de valores se pudiera alterar para siempre, que fuera capaz de matar siguiendo órdenes y que, al mismo tiempo, estuviera programado para olvidar quién le había dado esas órdenes. Nadie sabrá nunca durante cuánto tiempo Sidney Gottlieb albergó ese sueño, pero la Guerra de Vietnam lo hizo florecer. Incluso en su lecho de muerte, cuando su voz no era más que un ronco susurro, en lugar de preguntarse hasta qué punto había fracasado, lo que deseaba saber era lo cerca que había estado del éxito. Nunca perdió la fe en que en algún lugar se encontraba la llave que le proporcionaría la gran victoria que lo elevaría por encima de todos los demás y lo convertiría en el hombre que había encontrado el modo de controlar por completo la conducta humana. Sus inacabadas investigaciones se reflejaban en las profundas divisiones que generaron sus intentos y que, en aquel desolado día de marzo, seguían presentes y tan gélidas como el viento que se colaba por la puerta de la capilla. Gottlieb vivió hasta alcanzar los ochenta años, veintidós de los cuales transcurrieron en total oscuridad. Fue el jefe de la Technical Services Branch de la Central Intelligence Agency, la sección de servicios técnicos de la CIA, departamento que en su época recibía el cariñoso apelativo de «sección de pócimas y trucos sucios». En realidad, Gottlieb financió y organizó un sistema sin precedentes de torturas, realizadas por médicos, que se mantuvo bajo máximo secreto durante todos los años que trabajó en la Agencia. Para ello reunió un equipo de médicos con ideas afines, respaldados a su vez por médicos eminentes ajenos a la CIA que prestaron sus nombres y sus pacientes para una serie de experimentos monstruosos. A cambio, Gottlieb los recompensaba con considerables sumas de dinero procedentes de fondos gubernamentales reservados que sólo él controlaba. Pasó toda la vida en la Agencia y hablaba de la CIA con un afecto casi infantil. Contemplaba su papel como parte de una organización que, en último término, servía a un solo cliente: el Presidente de Estados Unidos. Cuando Gottlieb saludaba a un recién llegado a la Technical Services Branch, le recordaba que a partir de ese momento era un hombre o una mujer del Presidente y estaba allí para servirlo sin vacilar. Les enseñaba la placa colocada en una pared del vestíbulo del edificio de la CIA con las palabras de san Juan: «La verdad os hará libres.» Aquél debía ser su lema. Y después añadía, con una de sus infrecuentes sonrisas, que había muchos modos de conseguir esa verdad.

lunes, 25 de julio de 2011

Las torturas mentales de la CIA

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Transcurridos cincuenta años de los juicios de Núremberg, la medicina aplicada a la tortura sigue siendo un instrumento esencial para muchos gobiernos, que utilizan psiquiatras, cirujanos y todo tipo de especialistas en disciplinas afines para presionar a los individuos a quienes desean hacerles confesar. No se advierten señales de que la situación vaya a terminar, y todo indica que en el siglo XXI seguirá empeorando. ALBERT JOYCE, profesor de Ética Médica de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), San Francisco Muchas veces no existe la menor diferencia en el modo en que los gobiernos legítimos o las organizaciones terroristas utilizan a los médicos para conseguir sus propósitos. William BUCKLEY, funcionario de la CIA, en una conversación con el autor, poco antes de que lo secuestraran en Beirut Han dicho de mí que jugaba a ser Dios, y eso es una barbaridad. Me limitaba a utilizar los dones que el Altísimo me ha concedido para intentar defender unas convicciones que sigo manteniendo: creo que Estados Unidos tiene derecho a defenderse por todos los medios posibles. SlDNEY GOTTLIEB, científico de la CIA, en una conversación con el autor, poco antes de su muerte

domingo, 24 de julio de 2011

“El Cementerio de Praga”, la desinformación y el origen de la conspiración mundial

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El reciente libro de Umberto Eco muestra cómo se ha construido la gran conspiración mundial a través de la desinformación; pero en su reverso nos presenta también con la paradójica posibilidad de que exista una conspiración para hacernos creer en las conspiraciones.

En el centro de la teoría de la conspiración está la desinformación y quizá la verdadera conspiración sea la conspiración para que creamos en una conspiración. Esto es lo que podemos entreleer en la fascinante novela de Umberto Eco,  El Cementerio de Praga.

El Cementerio de Praga traza, con un método de docuficción, los orígenes del famoso texto apócrifo Los Protocolos de los Sabios de Sión, una de las fuentes principales de la conspiración judeomasónica mundial, que fue usada propagandísticamente por el partido Nazi. En la novela esta conjura, este meta-momento, ocurre en el Cementerio de Praga, donde una serie de rabinos discute abiertamente sus planes maquiavélicos de controlar al mundo manipulando a las masas con la usura, la prensa, los mercados búrsatiles, etc.  Este espisodio en la novela es reciclado de manera fantástica para acomodar la idiosincracia de aquellos que necesitan políticamente una conspiración —un enemigo— al cual combatir (algo totalmente vigente con la guerra contra el terrorismo). Vemos entonces aparecer elementos más sensaconalistas, como los ritos satánicos, las cabezas humanas,  las orgías (sólo faltan las entidades extarterrestres, pero estamos en el siglo 19).

La gestación de este texto, comprado por rusos, alemanes y jesuitas, se da, de manera inescrupulosa, combinando material de novelas, cartas incendiarias y panfletos políticos, editando la historia para que el lector vea reflejado en sus páginas sus creencias más radicales, confirmados sus odios y sus dioses (porque ese es el fácil encanto de la teoría de la conspiración: que todos queremos ver confirmadas nuestras creencias sobre el mundo). El genial y repulsivo amanuense de esta obra colectiva de conspiración mundial, el Capitán Simonini, descubre que para falsificar documentos, si bien es necesario investigar e informarse para crear una ambientación suficientemente real, es necesario incluir un justo medio de elementos fantásticos, tomados de la ficción,  algo “nuevo”, para que el lector no sospeche que el documento se ajusta demasiado a lo que ya sabía sobre el caso —sus preconceptos— y a la vez otorgue el beneficio de la duda y la elongación de la fascinación por lo desconocido (que en realidad sólo es una extensión, superchería, de sus preconceptos). Es un oficio psicologista.

Pero la intención de este artículo no es hacer una crítica literaria de El Cementerio de Praga, sino insertar este texto sobre la conspiración a finales del siglo XIX dentro del paradigma conspiracionista actual.

La lectura de El Cementerio de Praga es lectura obligada para todas las personas que consumen teorías de la conspiración en Internet.  Después de leer sobre personajes como el Capitan Simonini o Leo Taxil (quien redacta libros sobre la masonería y el luciferanismo), habría que releer a David Icke, a Alex Jones o a personajes aún más inverosímiles como Sorcha Faal, supuesto whistleblower de los Iluminati, confidente extraterrestre (que recuerda a la experta masónica Diana Vaughan).  El trabajo de Eco de investigación histórica muestra cómo muchos de los textos conspiratorios fueron redactados a petición de ciertas fuerzas políticas y religiosas (los jesuitas, los masones, la policía, etc.). Esto es, son textos de desinformación expedita que, como los Protocolos, son tomados como documentos oficiales, confesiones reales o material de no-ficción. ¿Acaso ha desaparecido esta práctica? No es sólo la ingenuidad de las personas que leen estos textos o el deseo de ver reflejado en un documento estructurado con supuesta información fidedigna sus profundas creencias conspiranoicas, es también la labor meticulosa de agencias de inteligencia que transforman la historia en una lucha entre diferentes naciones, credos, grupos socioeconómicos o sociedades secretas, bajo su taimada manufactura. La historia no es solo una metaficción que padecemos, es una metaficción dirigida, orquestada por diversas facciones en oposición. ¿Existe una supraconspiración, un grupo plenipotente en la sombra:  los judíos, los masones, los iluminati, los jesuitas, y ahora los extraterrestres, que manejan las riendas, quizás hasta el punto de que creamos que son los otros? Es difícil aseverarlo y ciertamente no hay pruebas, o las pruebas son tan endebles como un nuevo “protocolo” escrito por un ex periodista deportivo que señala que en realidad los más altos politicos usan trajes de humano de spandex para ocultar sus cuerpos de reptil y que diseñan una Matrix holográfica para atraparnos en la holusión. Pero tampoco podemos ir hasta el otro extremo y decir que no existe una conspiración. Es más, la prueba de que existen las conspiraciones es justamente el hecho de que existan libros como Los Protocolos de los Sabios de Sión: la conspiración para que creamos en una conspiración.

Actualmente la gran conspiración mundial —como el Capitán Simonini bien sabía— ha necesitado introducir nuevos elementos, más en sintonía con nuestra era de exploración especial y alta tecnología. La nueva conspiración mundial, si bien retiene elementos sionistas y masónicos, incluye actualmente a los extraterrestres.  En el libro The Stargate Conspiracy (Picknett & Prince) se expone la participación de la CIA en programas secretos de canalización de entidades extraterrestres y se documenta la influencia de la agencia en el establecimiento de la creencia (difundida actualmente más o menos de manera masiva) de que los dioses de la antigüedad y los constructores de las Pirámides de Egipto se refieren a entidades extraterrestres. Tenemos la fascinante figura del científico y parapsicólogo Andrija Puharich (quien trabajara en canalizar las ondas electromagnéticas débiles del cerebro), un hombre ligado a la CIA y la Fuerza Naval, que colaboró en proyectos con Uri Geller y diferentes mentalistas. Bajo la batuta de Puharich se realizaron las canalizaciones del Consejo de los Nueve, una serie de supuestas inteligencias extraterrestres (los mismos dioses egipcios) con un mensaje a la humanidad. Entre los seguidores de los Nueve se contaban la millonaria familia de los Bronfmans, miembros de la realeza europea, científicos del Stanford Research Institute, autores del new age como J.J. Hurtak y otros prominentes miembros de la sociedad. Los autores de The Stargate Conspiracy creen que la CIA, por alguna razón desconocida,sistemáticamente ha fomentado la creencia en seres extraterrestres. ¿Acaso por qué la CIA usa a estas personas, como era usado Simonini por la policía francesa, para beneficiarse de la creencia en una conspiración cósmica, de un estado de ánimo provocado por esta creencia o por una futura coyuntura donde esta creencia puede ser usada para llevar agua a su molino? ¿O tal vez es la CIA usada por estas entidades extraterrestres?

El libro The Mirage Man: A Journey in Disinformation, Paranoia and UFOssu autor, Mark Pilkington, expone la teoría de que los OVNIs y la cultura que se ha generado a su alrededor son parte de un proyecto secreto del gobierno de Estados Unidos y otras agencias afines. Según Pilkington, la campaña para promover la idea de los OVNIs fue formulada en los 50s por el jefe de la CIA, Allen Welsh Dulles, aunque recientemente la mayoría de los documentos falsos filtrados e historias sobre extraterrestres vienen de la Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea (AFOSI).

Actualmente, el internet conspiratorio se encuentra dividido a causa del 2012 y el supuesto cambio de era. Muchas personas creen que la fiebre apocalíptica y el florecimento del new age (y las canalizaciones de entidades extraterrestres con mensajes relacionados a un cambio de era) forman parte de una conspiración de desinformación (o simplemente de desinformación en torno a procesos cósmicos y al calendario maya). Muchos ven en el 2012 y en este momento en la historia la culminación de esta operación encubierta de desinformación, la radicalización de las creencias religiosas y mesiánicas, recanalizadas como un arma de control mental en la ópera espacial del  Fin del Mundo. Otros creen que esto en realidad está sucediendo, que existe una especie de conspiración luminosa a punto de sobreponerse a la gran conspiración oscura. De lo único que no hay duda es que, más allá de que algo de esto pueda ser cierto, la desinformación impera. Entre el caos, la sobeinformación de la era digital, la manipulación de los medios y la posible implementación de programas de desinformación por parte de agencias de inteligencia, aspirar a la verdad en estos temas es casi utópico o el fruto del discernimiento espiritual, más allá de la razón. En este confuso entramado, ¿cómo saber si el mismo Eco, al escribir Los Cementerios de Praga, no está haciendo la labor de un agente de desinformación —y así ad infinitum?

 

La intención de este artículo no es sesgar la opinión hacia tal o cual conspiración, sino hacer consciente el proceso de desinformación en el que vivimos.  La cultura es una operación psicológica, dice Aeolius Kephas, haciendo referencia a los programas de guerra psicológica de la CIA. La información es siempre programación mental, seamos o no conscientes de esto. Lo que creemos es lo que vemos, generalmente, y la información que consumimos se cosifica. Aunque podamos tener una parte angelical o divina, tenemos en gran medida una parte robótica. Somos, en palabras de John Lilly, biocomputadoras. En este sentido habría que ser conscientes de los programas informáticos que recibimos y remover los que no queremos de forma activa. No sólo en lo tocante a la conspiración de que los judíos dominan el mundo o de que somos esclavos de lagartijas gigantes de Orión, sino también, y mucho más importante, en cuanto a la información que nos moldea todos los días: el consumismo, el capitalismo, la cultura de las celebridades, la  cultura del entretenimiento, etc. Todos estos también son programas de desinformación (en ocasiones hasta la ciencia mainstream) que transforman la forma en la que construimos y experimentamos la realidad. Sin negar que somos seres culturales, que construimos nuestro significado de forma colectiva, dentro de la red de signos, tal vez si nos desprendemos un poco de todos estos programas enajenantes podremos estar más cerca de aquella frase inscrita en el Oráculo de Delfos que relumbra a través de la historia, “Conócete a ti mismo”, y así tal vez sabremos quién está detrás de la Gran Conspiración Mundial.

“El problema con la teoría de la conspiración es creer que existe un grupo particular de seres humanos que están en control de mi destino. Ese es un extremo filosófico al cual no quiero llegar. Por otra parte es obvio que las personas sí conspiran. Existen conspiraciones, fuerzas secretas detrás de los espectáculos externos de poder político. Está claro que no existe ningún político en Estados Unidos que tenga poder verdadero. Están simplemente trabajando para las grandes corporaciones e intereses económicos como el petróleo o el mercado global en sí mismo. El mejor modelo es que existen muchas, al menos varias conspiraciones que se entrelazan, que compiten, se funden  y se separan entre sí. Si queremos saber qué está pasando, si quieres entender la historia como está sucediendo, deberías de saber algo de estas conspiraciones. De  nuevo, la conciencia crítica es aquí útil “. -Hakim Bey

sábado, 23 de julio de 2011

El 1 de Mayo cumplieron 235 años los Iluminati (sincronías de ‘Mayday’)

¿Feliz cumpleaños Iluminati? Hoy cumple 235 años de fundada la sociedad de los Iluminati de Bavaria; misma fecha que la fiesta orgiástica de "Mayday", "Walpurgisnacht" o Beltane

No es casualidad que el cumpleaños de la sociedad secreta favorita de la teoría de la conspiración y la fiesta pagana más temida y aborrecida por la Iglesia Católica sucedan el mismo día. El 1 de mayo de 1776 fueron fundados los Iluminati de Bavaria por el profesor jesuíta Adam Weishaupt, una fecha  en que tradicionalmente se celebra en Alemania Walpurgisnacht, la Noche de las Brujas y la luz arde en las montañas y en el ojo de la mente.

Hace 235 años, Adam Weishaupt, profesor de la Universidad de Ingolstadt fundó la sociedad secreta de los Iluminati, orginalmente llamada la Orden de los Perfectibilistas. El propósito de esta orden, en palabras de Weishaupt, que había nacido judío y que tomaría el nombre del “Hermano Spartacus”, era: “la iluminación, alumbrar el entendimiento a través del sol de la razón, que dispersará las nubes de la superstición y el prejuicio”. Otros de los propósitos  de la orden de los Iluminati, continuando el camino de “Los Alumbrados”, era acabar con los achaques históricos del pensamiento religioso y la influencia de la Iglesia en general. Meses después de su fundación -casualidad o causalidad- se gestó la Independencia de Estados Unidos y algunos años después la Revolución Francesa. Thomas Jefferson escribió que los planes de Weishaupt eran “el perfeccionamiento del ser humano” y “la reinstauración de la religión natural”.

Probablemente no sea casualidad que Weishaupt haya elegido “Mayday- Walpurgisnacht” para fundar su orden, donde la luz, el fuego y la iluminación son tan importantes y en la que existe un claro motivo de gestación y fertilidad, para dar a luz. En 1779, Weishaupt le escribió a su discípulo Cato-Zwack: “La Orden, en sus grados superiores, será llamada de nuevo: el “Culto del Fuego”, la “Orden del Fuego”, o la “Orden de los Parses”. Esta celebración pagana, conocida com Beltane, en Gran Bretaña y extendida por toda Europa, fundamentalemnte adora a una divinidad femenina a través de ritos de fertilidad relacionados con el fuego. Según cuentan en esta fecha el Dios Joven y la Diosa tienen sexo y a través de su cópula en el talamo de la luz in crescendo se simenta el camino hacia el esplendor del verano donde los frutos brillarán como el sol.

La Noche de Walpurgis, por la influencia cristiana, es vista como el sabbath de las brujas, donde entran en comercio carnal con el diablo (En “Fausto”, Goethe le dedica un capitulo a la “Walpurgisnacht”, en el que el Dr. Fausto presencia una especie de festín diabolico en una montaña llena de fuegos fatuos, en esta escena es en el único momento en el que aparece Satán.). Sin embargo, como sabemos este tipo de prohibiciones de la sexualidad pagana son comunes por parte de la Iglesia que remitífica las tradiciones secretas a conveniencia. Quizás la boda de Kate Middleton y de William se haya celebrado este viernes como parte de un rito de fertilidad subyacente  al merchandising y a la manipulación de las masas, relacionado con la celebración de Beltane, o de la virgen María (May-day, es también el día de María). También llama la atención que hoy se canonize, en la noche de Walpurgis, donde se celebra para algunos a Baal, a Juan Pablo II.

Si bien nadie duda de la existencia histórica de los Iluminati, la información y las versiones se dividen en torno a la continuidad de esta sociedad secreta (¿satanizada como Mayday por la Iglesia? Al igual que a los practicantes de la magia, a los masones de alto nivel se les acusa de adorar al diablo). Apenas 8 años después de su fundación, en 1784 ,el gobierno de Bavaria calificó a los Iluminati de “sediciosos” , haciendo ilegal formar parte de cualquier sociedad secreta. Esto se dio después de que interceptaran a un mensajero que llevaba documentos donde se hacía mención de la necesidad de destronar a todos lo gobiernos del planeta y se planeaba la revolución francesa. Aunque la influencia de los Iluminati entre los jacobinos es indudable, después de estas fechas no existen pruebas de que esta sociedad secreta haya seguido operando, al menos no con este nombre.

En realidad el origen de esta superconspiración encabezada por los Iluminati se gestó en buena medida después de que en 1797 el masón John Robinson escribiera”Proofs of a Conspiracy against all the Religions and Governments of Europe”,.

Mike Jay escribe  en su texto  The Birth of the Iluminati Conspiracy:

“El poder de la revelación de Robinson fue que identificó dentro de la ruidosa confusión de conspiraciones un solo protagonista, una sola ideología y un único superobjetivo que cristalizó el caos en un drama concertado y lo elevó a la épica lucha entre el bien y el mal, cuyo desenlace definiría el futuro de la política mundial”.

Para muchos la supresión de los Iluminati de Weishaupt por el gobierno bavaro sólo fue un pequeño contratimepo o un acontecimineto superficial que ocultó la proliferación secreta de ls Iluminati, infiltrando la masonería y tomando poder de los gobiernos a través de las instituciones financieras.

La familia Rothschild es el eje fundamental de la la conspiración de los Iluminati. La tesis central de esta conspiración mundial sostiene que el prestamista Meyer Rothschild buscó personalemnte al jesuíta, antes judío, Adam Weishaupt, para fundar esta sociedad con el fin de contrarrestar la influencia de la Iglesia. La fortuna de los Rothschild se amasó en un inicio al otorgar prestamos a los monarcas europeos, formando relaciones y más tarde casándose con miembros de la realeza. Actualmente algunas personas, como Fritz Springmeyer  señalan que los Rotshchild, junto con los Rockefeller, son parte de las trece familias de sangre Iluminati.

El 1 de mayo también es mundialmente celebrado como el día del trabajo, esto puede o no ser coincidiencia con el trasfondo esotérico de esta fecha. Quienes sostienen que la celebración está vinculada a los Iluminati, mencionan la figura del líder estadounidense Samuel Gompers, clave en instituir esta fecha, quien al parecer habría sido masón. Gompers aprendió hebreo antiguo y estudio el Talmud, y por esto se le relaciona con los Rothschild. (El día del trabajo, 1 de mayo, sería una especie de “Día de los Inocentes” de los Iluminati, al hacer que el mundo celebre su cumplaños subrepticiamente).

A principios del siglo 20 se empezarían a difundir “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, un texto a todas luces apócrifo, que, como las pruebas de la conspiración de John Robinson, centraría todos los miedos, proyecciones y sospechas en un enemigo único, los judíos, especialmente los judíos banqueros, encabezados por la familia Rothschild (familia que fue capital en instaurar el estado de Israel).

El mismo Adolf Hitler utilizó este libro (que Umberto Eco brillantemente recrea en “El Cementerio de Praga”) para fundamentar sus creencias antisemitas. Puede ser coincidencia o no que Adolf Hitler se suicidara en la noche de Walpurgis, del 30 de abril al 1 de mayo. Mucho se ha dicho sobre la supuesta relación de Hitler con el ocultismo a través de la Sociedad Thule, incluso algunos lo han ligado a los Iluminati. SI bien estos son oscuros terrenos de las más alta e ignota esoteria es curioso que Hitler se suicidara este días (si es que la historia que nos cuentan en este sentido no es un engaño).

Siguiendo con esta línea conspiranoica en las más altas esferas, en 1920 Winston Churchill escribió para el Sunday Herald: “La conspiración en contra de la humanidad data de los días de Weishaupt”.

En 1963 John Kennedy en un famoso discurso reveló la existencia de una inmensa sociedad secreta monólitica, “que utiliza la infiltración y la intimidación”, y que “abarca todos los sectores de la sociedad”. Algunas personas dicen que por esto Kennedy fue asesinado.

 

La teoría de una conspiración monolítica, todoabarcante, que controla el destino del planeta tiende a reaparecer, ya sea como un mecanismo de defensa entre los menos afortunados o los desadaptados al cruel paradigma de la sociedad capitalista o como un atisbo de penetración esotérica. Es difícil decir si siguen existiendo los Iluminati o si esta versión de una sociedad secreta -utilizada actualmente incluso por los cantantes de hip hop como mercadotecnia- es solamente una fachada de control mental para divergir la atención de la conspiración que verdaderamente gobierna este planeta, es decir, la que conforman tus amigos y tú.

May Day and Posthumous influence of the Iluminati

viernes, 22 de julio de 2011

El origen de la conspiración de los Iluminati

El origen de la conspiración de los Iluminati

¿Cómo surgió ese mito moderno que son los Iluminati? ¿Acaso son los avatares de la paranoia de un opiómano británico? ¿O la cortina de humo de una verdadera conspiración planetaria?

¿Vivimos en un mundo de fantasía, como en Alicia en el País de las Conspiraciones, muchos de nosotros consumiendo un cuento de hadas para adultos? Un mito moderno con una misma narrativa que se adapta para acomodarse a nuestros temores y creencias y simpre transforma nuestro mundo. El mito de los Iluminati, de una sociedad secreta única y ubicua, omnipotente y omnividente (como el tenebroso ojo que todo lo ve), que controla el destino de nuestra civilización. Meta-masones que conspiran detrás de las sillas de poder e infiltran las mentes y las organizaciones de los altos funcionarios del gobierno para manipularlos y así conseguir su maquiavélico plan maestro… Es después de todo un mito arquetípico que se empalma con la creencia en la existencia de entidades demoniacas, y hoy en día con los extraterrestres. La pregunta en este caso es sí los Iluminati, u otros grupos conspiratorios todopoderosos, son manifestaciones de esta área cerebral reptiliana que ahora proyecta sus miedos de forma psicosocial, también como mecanismos de defensa de nuestro ego impotente de enfrentar su sombra –narrativas para hacer la realidad llevadera- o en realidad son las manifestaciones superficiales de una verdadera y profunda energía oscura, que controla nuestro planeta y en este caso representada entre los hombres por una o varias sociedades secretas que conspiran para materializar su teleología de la historia.

El escritor Mike Jay, investigando el origen de los Iluminati, llega a la conclusión de que esta sociedad es la continua reencarnación de la teoría conspiratoria de un hombre paranoico, opiómano y altamente dogmatizado, que proyectaba sus creencias al mundo que le rodeaba.

John Robinson contribuyó más de mil páginas a la Encyclopaedia Britannica, y sin embargo pasaría a la historia por otro libro Proofs of a Conspiracy against all the Religions and Governments of Europe, el cual acabaría sentando las bases para una version de la realidad que suscribe a una conspiración total. La primera edición en 1797 se vendió en pocos días. En este libro Robinson, un respetado catedrático de la Universidad de Edinburgo, introdujo a la Europa de fin de siglo la conspiración más grande de la historia.

Robinson describe a los Iluminati de Bavaria, fundados por Adam Weishaupt en 1776, como una sociedad secreta con el plan de crear una tiranía de las masas bajo el control invisible de unos superiores desconocidos, la cual llevaría a una nueva era de oscuridad pendiendo sobre el mundo entero. Los Iluminati fraguarían este plan infiltrando a los masones y poco a poco a todos los gobiernos del mundo.

http://pijamasurf.com/wp-content/uploads/2010/08/john_robison_portait.jpgRobinson, según Jay, tocó una fibra sensible, plausible para muchos como respuesta a las grandes preguntas de la época ¿qué había causado la revolución francesa y, si había habido un plan detrás de su sangriento progreso? Danton, Robespierre, y los demás líderes jacobinos habían seguido el camino de la guillotina, lo que los eliminaba como posibles titereteros. Robinson en su libro proponía que los agentes de la revolución en realidad habían sido peones de un juego mucho más grande. Lo cual encajaba perfectamente en la mente de aquellos que querían ver un orden secreto en las cosas, orquestando un plan entre el caos. (Justamente la máxima masona es esa: orden a través del caos).

El poder de la revelación de Robinson es que identificó entre todos los rumores y las múltiples conspiraciones (algunas verdaderas) de su época, un único protagonista, una sola ideología y un solo plan que cristalizaba el caos en un drama concertado y elevado a una lucha épica entre el bien y el mal. La telenovela cósmica que acompaña y captura nuestra psique.

Una conspiración tan vasta como la delineada por Robinson necesitaba una cabeza dominante, un rol para el que encajaba a la perfección, Adam Weishaup, el profesor judío de la Universidad de Ingolstadt convertido en jesuíta, fundador de la orden de los Iluminati de Bavaria en 1776, la cual fuera prohibida en 1784; el gobierno de Bavaria calificó a los Iluminati de “sediciosos”, haciendo ilegal formar parte de cualquier sociedad secreta. Aprentemente se habrían interceptado cartas en las que se planeaba la revolución francesa. Weishaupt después de esto paso relativamente a la sombra. En este vacío se contruyoó la idea de la mega-conspiración. Por una parte los nombres portentosos de los miembros – Spartacus, Cato y Pitágoras- así como las publicaciones de la obra de Weishaupt, con ideas similares a ls embanderadas por la revolución francesa, hacían parecer a los Iluminati como no solo confinados a Bavaria. Por otra parte la exposición de la sociedad secreta de Weishaupt inflamaba las sospechas de la existencia de grupos masónicos que operaban en la somba a través de la infiltración y cuyas ideas de destruir el gobierno y la religion, y perfeccionar la naturalez establecida evidentemente amenazaba en el orden establecido. De aquí se puede extrapolar una curiosa hipótesis que aparece también en la obra de Robert Anton Wilson, la posibilidad de que los que verdaderamente están o estaban en control alimentaron la conspiración de los Iluminati para distraer la atención o al menos para dar un ejemplo represivo (la conspiración de hacernos creer en una conspiración). Y la pregunta inevitable, en la era de la desinformación, ¿John Robinson trabajaba para los Iluminati? ¿o Mike Jay?

Según Mike Jay, para otra persona Weishaupt habría sido sólo un símbolo de las fuerzas que se estaban reconfigurando en Europa, pero para Robinson se convirtió en su causa literal; el centro de una red de eventos invisibles. Jay cree que tal vez esto tiene que ver con que Robinson tomaba opio para aliviar una misteriosa condición que le emanaba de sus testículos (mientras Cooleridge y De Quincey escribían obras literarias inmortales bajo la influencia de la amapola, Robinson fraguaba la conspiración de los Iluminati).

John Robinson era también masón, miembro del rito escocés, al que nunca había dado tanta importancia, y al que consideraba como una distracción, sin embargo, en sus viajes, había descubierto que no todas las logias masónicas eran tan inocuas como la suya. Robinson describe las logias continentales, como “escuelas anti-religiosas”, “llenas de celo y fanatismo” y “licensiosas,”, con miembros perturbados por la obra de Jacob Boehme, de Swedenborg, de magos, exorcistas y rosacruces.

Según él, el químico francés Lavoiser – al igual que el químico Joseph Priestly- era un maestro iluminista, trabajando con logias masónicas para esparcir la doctrina del materialismo que subyace al nuevo orden ateo mundial. En su libro cita que en los salones del Baron d’Holbach se utilizaban los cerebros de niños para intentar aislar la fuerza vital (quizás esto se haya pervertido a la moderna creencia de que los Iluminati, vía Aleister Crowley, realizan rituales satánicos con la sangre y los cuerpos de bebés).

Poco después de Robinson, surgió el jesuíta Abbé Augustin con su libro Memoires pour Servir a l’Histoire de Jacobinisme el contibuyó en esparcir el meme de la consiración Iluminati. Barruel escribe que el caos aparente de la revolución francesa fue premeditado por un grupo de hombres que movían los hilos de esta conspiración y que todo lo que sucedió fue el resultado de sus planes. Incluso la guillotina, había sido diseñada por el Dr. Guillotine, un famoso masón, en la forma del triángulo masónico.

Más que en su país, el libro de Robinon prendió en Estados Unidos donde los federalistas lo presentaron como evidencia de la agenda detrás de slogans como la democracia. Thomas Jefferson fue acusado de ser parte de los Iluminati,y lo cierto es que Jefferson sí admiraba la obra de Weishaupt y que los orígenes masónicos de los Estados Unidos, en Franklin, Washington y Adams, son indiscutibles.

La version IIuminati de la historia sigió su paso a través de la John Birch Society que mantiene que los Iluminati son los ancestros del movimiento comunista.

En 1919 Nesta Webster publicó una serie de artículos basados en los “Protócolos de los Sabios de Sion”, en los que sostenía que los Iluminati eran una cortina de humo: los verdaderos conspiradores son la mafia banquera judía, cuya agenda había sido expuesta en los Protócolos. En la actualidad muchos sostienen que los iluminati son los Rotshchild y los Rockefeller, familias de banqueros de extracción judía que ocupan poderosos puestos en el orden mundial. Otros más dicen que los Iluminati son los jesuítas, que controlan, junto con los caballeros de Malta, al Vaticano y al mundo entero.

El mismo Winston Churchill fue influido por esta conspiración, reconociendo el trabajo de la Sra. Webster en trazar la línea conspiratoria en contra de la civilización.

Aquí las cosas se ponen difusas, el mismo Kennedey en un famoso discurso reveló la existencia de una inmensa sociedad secreta monólitica, que utiliza la infiltración y la intimidación, y que abarca todos los sectores de la sociedad. Algunas personas dicen que por esto Kennedy fue asesinado.

 

Como todos sabemos Kennedy murió de forma que aún no ha sido esclarecida, todo indica que asesinado por una compleja conspiración. Así que surge la pregunta , ¿qué sociedad monolítica está describiendo de forma peligrosa el presidente Kennedy?

Por una parte parece absurdo creer en la predominancia de la conspiración de los Iluminati como la gran conspiración mundial, por otra parte parece absurdo no creer que existen varias conspiraciones, varios grupos con una historia en común que de alguna u otra forma detentan el poder político y económico del mundo. Pero esto es natural, parte de nuestra historia, Roma, Grecia, Egipto, en todos lados habían conspiraciones. La pregunta es si la historia es la historia de muchas conspiraciones luchando o de una meta-conspiración que se oculta nominalmente como masones, Iluminati, rosacruces, templarios, hermandad de la serpiente, Bilderberg, etc. que representa a un poder planetario de origen superior al humano. La diferencia es una diferencia de narrativas, ¿en que narrativa quieres vivir, en aquella donde existen los aliens y los dioses que manipulan la realidad? o ¿en la que son los hombres los que controlan su destino? ¿O tal vez podemos mezclar un poco de las dos líneas narrativas, dioses y extaterrestres y hombres de negro y hombres con togas, conejos interdimensionales y princesas del centro de la galaxia, con la posibilidad de pasar al siguiente nivel del juego de realidad virtual y convertirte en Iluminati o, mejor, en dios?

Nada es cierto; todo es posible

jueves, 21 de julio de 2011

La conexión Rothschild y la relación de WikiLeaks con los medios mainsteam

La conexión Rothschild y la relación de WikiLeaks con los medios mainsteam

Entre las sospechas del affair WikiLeaks, está la relación de amor con los medios del mainstream, por ejemplo el New York Times (o su revista el New Yorker) ha entrevistado a Assange un par de veces, incluyendo una entrevista realizada por Raffi Khatchadurian, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, una poderosa organización política liderada por David Rockefeller . Assange también fue entrevistado por Richard Stengel, de la revista Times, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores. El director de la compañía del New York Times, Arthur Sulzberger Jr., también es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores y su familia ha sido miembro de la Fundación Rockefeller.

Una buena pregunta sería ¿por qué los periodistas pertenencen a organizaciones políticas como el Consejo de Relaciones Exteriores y acuden a reuniones como la del Grupo Bilderberg? Lo que nos revela la estrecha relación entre la elite política y financiera y el periodismo. La Operación Mocking Bird de la CIA fue formada en los 50 para influenciar medios de comunicación extranjeros y nacionales. Como sucede con este tipo de grupos se acepta que existió pero se dice que ha dejado de existir, lo cual es altamente improbable considerando la forma de operar de la CIA y la importancia de los medios y el fácil acceso que tienen a ellos a través de las grandes corporaciones casi monolíticas.

El mismo Assange ha aceptado que los medios a los que les entrega los cables editan y redactan la información.

Del otro lado de Nueva York, en Londres, el equivalente de los Rockefeller, son los Rothschild, una familia que en cierta medida inventó el sistema bancario moderno. Tal vez no sea casualidad que The Economist le otorgó  a Assange el premio de New Media en 2008. La revista The Economist pertenece al The Ecnomist Group, la mitad del cual pertenece al Financial Times, un subsidiario de Pearson PLC. Un grupo internacional de accionistas, incluyendo a The Rothschild Banking family of England es dueño del resto.  Sir Evelyn Robert Adrian de Rothschild fue director de The Economist de 1972 a 1989. ¿Casualidad que la familia Rothschild, cuyo patriarca Mayer Amsel dijera en 1790 “dejenme controlar e imprimir el dinero de una nación y no me importa quien hace las leyes”, controle las dos publicaciones financieras impresas más influyentes ?

La conexión con la familia Rothschild se extiende al abogado de Julian Assange, Mark Stephens de Finers Stephens Innocent, quien es también el consejero legal del Waddesdon Trust de los Rothschild. ¿Es casualidad que Assange haya pasado los meses anteriores a la filtración de los cables de las embajadas, que  ya habían sido anunciados, en Londres, en el fuero de los Rothschild?

La familia Rothschild, aunque ahora parte de la nobleza británica, tiene un claro origen judío (al igual que los Rockefeller), y  fue instrumental en la formación del estado de Israel. Hace poco los Rothschild construyerón la Suprema Corte de Isarel, un edificio de evidente arquitectura masónica, que tiene incluso una pirámide con un ojo.

Cuando se habla de los Iluminati generalmente se menciona a los Rothschild como una de las líneas sanguíneas que detenta el poder. Es posible que los Iluminati, como tales, en realidad no existan, o sólo hayan existido a finales del siglo XVIII, fundados por Adam Weishaupt, que sean justamente la fachada para distraer a los conspiracionistas. Pero es difícil negar que los Rothschild y los Rockefeller, familias eminentemente banqueras y petroleras, no ejercen un poder superior al de los políticos en turno. Su influencia no se limita a una elección, se extiende por décadas afirmando su imperio en la sombra. En este sentido es difícil pensar que no tienen mano en el affair de WikiLeaks, ¿pero cuál es su agenda?

En el 2008 el profesor de Stanford Larry Lessig dijo que  ”Va haber un evento i-9/11″ que servirá como catalizador de una radical reestructuración de las leyes relacionadas a Internet (un Patriot Act electrónico). Es curioso que en el año 2000, el Project for a New American Century, un think thank, en el cual participaban Dick Cheney y Paul Wolfowitz, escribió en un reporte que era necesario un nuevo evento tipo Pearl Harbor. Un año después ocurrió el evento de las torres gemelas (que Assange no considera una conspiración)

¿Estaremos viendo una paradójica escenificación donde el héroe del internet, voluntaria o involuntariamente, acaba con la libertad de la red que motiva su cruzada? Tal vez no sea casualidad que  la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos aprobó está semana una ley que acabaría con la neutralidad de la red en lo que se refiere a acceso inalámbrico. O que la ONU ha iniciado platicas para formar un gobierno global de Internet. WikiLeaks, ¿el 9-11 del Internet?

miércoles, 20 de julio de 2011

LSD, MK-Ultra y la programación de WikiLeaks

En la entrada de Wikipedia de Assange leemos que su madre, Christine, se casó en 1979 (Julian nació en el 71) con un miembro del culto new age australiano Sanitniketan Park Association(también llamado La Gran Hermandad Blanca), el cual era liderado por la maestra de yoga Anne Hamilton Byrne. Este grupo se caracterizó por reclutar a enfermos mentales, doctores y enfermeras a sus filas y tener su sede  en el hospital Kew, donde se administraba LSD y terapia de electroshock a los pacientes.

Ann Hamilton Byrne, “adquirió catorce niños entre los años 1968 y 1975″, algunos de los cuales eran hijos naturales de miembros del grupo, otros fueron adoptados a través de oscuros procedimientos legales, algo que más tarde se comprobó. Según Wikipedia, a los niños se les dosficaba con drogas como Anatensol, Diazepam, Haloperidol, Serepax, Tegretol y otras más. Cuando llegaban a la adolescencia se les dosificaba con LSD.

No existe información fidedigna sobre si Assange vivió en este ambiente con el esposo de su madre de 1979 a 1982 o simplemente el esposo de su madre, un músico, tenía estas creencias.  Assange había crecido en Magnetic Island y sus padres eran parte de una compañía de teatro itinerante; su vida sería desde su inicio la de un nómada moderno.

Por otra parte el periodista Webester Tarpley, entrevistado por Alex Jones, señala que Assange cumple perfectamente con el perfil de un “niño MK-Ultra”, es decir, del programa de control mental de la CIA que utilizaba LSD. La inferencia de Webster Tarpley solamente está basada en su percecpión de lo que son estos niños MK-Ultra y por el hecho, según le dice a Alex Jones, de que ve en WikiLeaks una agenda estilo CIA. Tarpley dice que en realidad los documentos de WikiLeaks no atacaron a nadie que no fuera  ya un agente de la CIA o sólo lo hicieron a personajes como Putin y Berlusconi, los cuales están fuera del control de la elite. Tarpley añade que la información revelada podría haber sido conocida fácilmente por cualquiera que prestara atención a los medios locales. En este sentido WikiLeaks consistiría en una típica estrategia de las agencias de inteligencia, que en eset caso funcionaría combatiendo la filtración de información secreta con filtración de información que ahoga a la demás y con una mayor legitimidad, lo que hace pensar que lo filtra WikiLeaks es tope de lo que se oculta. Una estrategia que recuerda al asesor de la familia Rockefeller, Ivy Lee, que en una crisis mediática hace casi 100 años, filtró documentos internos de la familia para sesgar la opinión pública.

Tarpley y Jones creen que es posible que Assange ni siquiera sepa que está trabajando para la agenda de la elite; se le filtraría solamente la información conveniente y se predeciría su comportamiento a través de su perfil psicológico trastocado por los programas de la CIA. Por otra parte, Tarpley resalta que el nombre de hacker de  Assange es “Mendax”, lo que significa básicamente “el mentiroso”.

Tanto John Young el fundador del sitio Cryptome, como Daniel Domscheit-Berg (alias Schmidt) fundador de OpenLeaks, ambos ex WikiLeaks, han dejado a la organización por diferencias con Assange, argumentando que éste perdió el piso y es sumamente egocéntrico (el ego de Assange que hora recibe el catering del medio podría ser justamente la forma de manipular el proyecto WikiLeaks). Berg, además, quien manejara las finanzas de WikiLeaks, según estos documentos, muestra su preocupación por fondos secretos. “Yo asumó que Danie Schmidt olió una rata, o un pago fallido, y confrontó a Assange. Lo que llevó a la ruptura”, escribe Young. Young debía de sospechar que algo estaba mal porque hizo una petición oficial al Open Society Institute de George Soros para que se le informara según el Freedom of Information Act si este instituto había otorgado fondos a WikiLeaks. El Open Society Institute sólo le respondió de recibido pero no contestó sus preguntas. Assange ha negado que tenga relación con el especulador Soros.

John Young, publica en su sitio Cryptome (el que algunos llaman un WikiLeaks sin editar) el siguiente link a un artículo que teoriza que WikiLeaks es una operación de la CIA (la CIA ha formado un grupo especial para lidiar con WikiLeaks, bajo las siglas WTF, acrónimo también de What the Fuck!, lo que algunos llaman un chiste interno ante la posibilidad de que ellos mismos operen parte de WikiLeaks).

Según el sitio Siria Truth, Daniel Domscheit-Berg le dijo a su corresponsal en Berlín que Assange recibió dinero del Mossad para proteger a Israel de los cables filtrados.

martes, 19 de julio de 2011

Julian Assange, MK-Ultra y la conexión Rothschild ¿WikiLeaks usado por los Iluminati?

Iluminati

WikiLeaks podría ser el 9-11 del Internet y Julian Assange un nuevo Bin Laden usado por la elite que controla los medios y los bancos de nuestro planeta para tomar control de la red

Julian Assange, el producto del año. Assange asaltando al mundo por “sorpresa”, como un llanero solitario de la transparencia (al menos la cara de la transparencia). El líder de WikiLeaks, no hay duda, es lo más cercano mediáticamente, contraculturalmente, al Che Guevara, ese ícono iterado y utilizado para vender un ideal justamente por aquellos que el “ideal”originalmente combatía. El Che Guevara es un capitalista post-mortem. Assange, involuntariamente o voluntariamente, parece que cumplirá la misma suerte y colaborará a que la libertad de información sea celada (fomentando nuevas leyes de control sobre las redes cibernéticas), una celada precisamente, una trampa de libertad… colaborará a que el mismo sistema cuyas injusticas y violaciones humanas denunció en Afganistán, en Irak y en el seno de las embajadas, pueda avanzar en su plan totalitario. Tal vez Julian Assange, además, es el nuevo Osama bin Laden, el ex agente de la CIA, entrenado en Pakistán, luego vuelto enemigo público 1 del mundo, y cuya organización terrorista provocara leyes como el Patriot Act, el cual permite espíar a los ciudadanos e hiciera que la seguridad en los aeropuertos se incrementara al límite de lo perverso.

Es posible que WikiLeaks sea lo que dice ser, la Wikipedia de la información secreta, un esfuerzo colectivo sin fin de lucro, cuyo interés es contribuir a la libertad de la información. Formado por hackers, cuyo mantra siempre fue “la información quiere ser libre” y en el caso específico, como sugieren los mails internos de WikiLeaks publicados en el sitio Cryptome del tránsfuga, John Young, con la intención de joder a todos: “fuck them all”. Al parecer un sincero intento por sacar a la luz la cloaca política que corroe las venas del planeta.

Es posible que solamente sea la incredulidad de los medios conspiracionistas, que en la paranoia y en el resintimiento, no consienten nada que no confirme sus teorías más radicales: que existe una única y todoabarcante conspiración que controla al planeta. Y que cualquier cosa que provenga de los medios que, aparentemente, estarían soportando esta conspiración monolítica, tiene que ser un truco con agenda oculta. ¿Cómo pensar que el Grupo Prisa, o el New York Times, ataquen seriamente al sistema y al status quo que les da de comer, que en cierto modo se ataquen a sí mismos? ¿Por qué en el caso del climategate, algunos medios objetaron que no podían publicar información hackeada, pero en el caso de WikiLeaks no hay tal ética? ¿Qué no es cierto que el mismo Assange ha aceptado que los cables son revisados y editados por los medios a los que se los confió? El mismo Assange que ha dicho que las personas que le preguntan sobre los atentados del 9-11, sólo distraen la atención de verdaderas conspiraciones. ¿Por qué no hay cables de esta conspiración o de extraterrestres o de Israel? ¿Acaso tendría que haberlos para que los cables de WikiLeaks fueran un esfuerzo real en contra del mainstream político?

Esto es lo que razonan algunos bloggers conspiracionistas, para quienes lo revelado por WikiLeaks no entra en su narrativa de lo que la verdad oculta debe de ser.  Lo cierto es que Assange es el centro de la proyección de las fantasías y de los miedos, tanto de los conspiracionistas, como de millones de personas con una ligera tendencia a la izquierda, que buscan un nuevo héroe, un golpe de libertad. Y los medios, prestos, con Assange, se los dan. Lo cierto es que más allá de un nivel de interpretación sociológica y psicológica, no podemos acceder a la verdad, sin lugar a dudas, que a todos nos gustaría descubrir, según nuestra visión del mundo: no podemos decir que Julian Assange es un agente de la CIA o que trabaja para el Mossad o que está siendo usado por los Illuminati, pero decir lo contrario, que Assange es un sincero héroe moderno que lucha contra el sistema opresor, sería también algo ingenuo. En ese terreno fangoso en el cual se mueve la información actualmente, siempre entre la sobreinformación y la desinformación, entre las agendas ocultas y la paranoia, intentaremos presentar aquello que es un motivo para sospechar de la autenticidad de WikiLeaks o de que esta organización está siendo manipulada.

lunes, 18 de julio de 2011

Top 10 métodos modernos de control mental de las masas- El actor Randy Quaid revela red de manipulación y asesinos de estrellas en Hollywood

Randy Quaid se ha vuelto loco (¿o está diciendo peligrosamente la verdad?); el actor sostiene que Heath Ledger, Michael Jackson y otras celebridades fueron asesinadas por una mafia secreta hollywoodense.

El actor de películas como Independence Day o Brokeback Mountain, Randy Quaid miembro de una familia estrechamente ligada a Hollywood, sufre de un caso agudo de conspiranoia. Quaid ha denunciado a una mafia de abogados, contadores y ejecutivos que busca quitarle su dinero, robarle la credibilidad a su carrera y hasta intentar asesinarlo. Quaid, además culpa a esta red conspiratoria de asesinar a Michael Jackson, Heath Ledger, David Carradine, Chris Penn, y otros más. Quaid y su esposa fueron acusados de robo en septiembre en Santa Barbara California y ha solicitado refugio político a Canadá, ya que teme por su vida debido a lo que llama la mafia de “Hollywood star whackers”.

“Creemos que hay un tumor maligno de asesinos de estrellas en Hollywood”.

“Creo que estos actores fueron liquidados, y creo que muchos otros, como Britney Spears, Lindsay Lohan y Mel Gibson están siendo manipulados para obtener su dinero” afirmó Quaid.

Las muerte de Michael Jackson ciertamente merece sospechas, al igual que la de Heath Ledger, quien muriera después de que fuera colgado simbólicamente en la película The Imaginarium of Dr. Parnassus representando el acto masónico de la muerte del banquero de dios Roberto Calvi en el puente Blackfriars.  ¿Estará Randy Quaid revelando la presencia de los Iluminati en Hollywood o solamente ha perdido un tornillo?

Como dijera Henry Kisisnger “Sólo porque estás paranoico eso no signfica que no están tras de ti”.