jueves, 8 de septiembre de 2011

LOS ERRORES DE SIMON BOLIVAR 5

Al hacer esta división de propiedad él la debió haber dejado a cargo de comités de oficiales que operaran como cortes de demanda, sin ensuciarse sus propias manos en la corrupción natural. Él quedó doblemente expuesto ya que sólo no le prestó atención sino que cuando alguien si sacó algo, obtuvo el­ nombre de corrupto.

 

Falló también en reconocer la naturaleza distante e inconmensurable de sus países a pesar de todos sus viajes y batallas por ellos y por lo tanto buscó un gobierno estrechamente centralizado, no sólo centralizando a los estados sino también centralizando a las varias naciones en un estado Fede­ral. Y esto sobre una enorme tierra llena de cordilleras invencibles, junglas y desiertos infranqueables y sin correo, telégrafo, sistemas de rele­vos, caminos, vías ferroviarias, barcos de río y ni siquiera puentes para peatones reparados después de una guerra de desgaste.

 

El paso de pueblo a estado, de estado a país y de país a estado Fede­ral sólo fue posible en un territorio tan enorme donde nunca podía conocerse en persona a los candidatos en ningún área amplia y cuyas opiniones ni  siquiera podían circular más allá de una milla de brecha en burro, dónde sólo el pueblo era demócrata y el veto designado sobre la voluntad del pueblo, siendo él el ratificador de títulos si siquiera necesitara eso. Con sus propios oficiales y ejércitos controlando la tierra como dueños de todo lo a­rrebatado a los Realistas y a la Corona de España, no hubiera tenido ninguna revuelta. Hubiera habido pocas guerras civiles pequeñas por supuesto, pero pudo haber existido una corte de nivel federal para manejar sus demandas manteniéndolas y viajando tanto sobre aquellas extensas distancias que, por un lado, hubiera debilitado su entusiasmo por la litigación, y por o­tro, por medio de los acuerdos de ojo por ojo y diente por diente, hubiera­ ganado los gobernantes más fuertes si él hubiera permanecido imparcial.

 

Él no se salió y abdicó de una posición dictatorial. Confundió la aclamación y habilidad militar como herramienta de paz. La guerra sólo trae la ­anarquía, así que él tuvo anarquía. La paz es algo mas que una "orden en pro de la unidad", su frase favorita. Una paz productiva es hacer que los hombres se ocupen de algo y darles algo para que hagan algo que ellos quieran hacer y decirles que sigan adelante con ello.

 

Él nunca logró reconocer a un supresivo y nunca consideró que se necesitara dar muerte a nadie excepto en el campo de batalla. Ahí era glorioso. Pero alguien que destruía su propio nombre y su alma, y la seguridad de cada seguidor y amigo, el Supresivo Santander, su vicepresidente, que pudo haber­ sido arrestado y ejecutado por un escuadrón de la guardia basándose en una centésima parte de las pruebas disponibles, y que pudo sobornar contra él a toda la tesorería y a la población poniéndolos en su contra, sin que Bolívar, quién continuamente era puesto sobre aviso y cargado de evidencia, ni siquiera fue reprendido jamás. Esto causo su pérdida de popularidad y su exilio final.

 

Del mismo modo también dejo de proteger a su familia militar o a Manuela Saenz de otros enemigos. Así es que debilitó a sus amigos e ignoró a ­sus enemigos simplemente por descuido.

 

Su error más grande fue que al destituir a España él no destituyó el  esbirro más grande de esa nación, la Iglesia, y ni siquiera la hizo local, ni recompensó a una rama sudamericana separada para obtener su lealtad, ni le hizo nada absolutamente (excepto extorsionarla para sacarle dinero) a una organiza­ción que continuamente trabajaba para España como sólo ella podía hacerlo:­ influyendo en cada persona en el país para crear, entre bastidores, un reinado de terror directamente anti-Bolívar. 0 sobornas a tal grupo o lo desapareces cuando deja de ser universal y se vuelve o es cómplice del enemigo.

 

Como la Iglesia poseía grandes propiedades y las tropas de Bolívar y  sus seguidores no recibían paga ni siquiera un sueldo de soldado raso, si uno iba a pasar por alto las propiedades Realistas, uno por lo menos debería de haber confiscado las propiedades de la iglesia y habérselas dado a ­los soldados. El General Vallejo hizo esto, en 1835 en California, un acto casi contemporáneo, sin ninguna catástrofe de Roma. 0 los países pobres pudieron haberse apoderado de ellas. Tú no dejas a un enemigo con recursos o­ solvente mientras permites que tus amigos se mueran de hambre en un juego como el de la política Sudamericana. ¿Oh no?

 

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