lunes, 12 de septiembre de 2011

LOS ERRORES DE MANUELA SAENZ 2

Su error más fatal fue no acabar con Santander, el mayor enemigo de Bolívar. Eso le costó todo lo que tuvo antes del fin y después que murió Bolívar. Por muchos años supo que había que matar a Santander. Ella lo dijo o  lo escribió algunas veces. Sin embargo nunca le prometió a algún joven ofi­cial una noche agradable o un puñado de oro por hacerlo en los días en que ­los duelos estaban de moda. Es como andar por ahí discutiendo que debe matarse al totalmente visible lobo que se está comiendo los pollos en el jardín, incluso empuñando una arma, y ni siquiera alzarla mientras que todos los pollos de uno desaparecen por años.

 

En una tierra dominada por sacerdotes nunca se consiguió a un manso sacerdote que lograra sus propósitos.

 

Ella era un fantástico oficial de inteligencia, pero alimentó su información a un hombre que no podía actuar para protegerse a si mismo o a sus amigos, que sólo podía luchar contra los ejércitos dramáticamente.

 

Ella tampoco vio esto y tampoco tomó en silencio el portafolio del jefe de la policía secreta. Su error fue esperar que se le pidiera - que se le pidiera que viniera a él para actuar.

 

Ella voluntariamente fue su mejor agente político de inteligencia. Por lo tanto también debió haber asumido cargos posteriores.

 

Ella cuidaba la correspondencia de él, era muy cercana a sus secreta­rios, y sin embargo nunca recogió o falsificó o robó ningún documento para derrocar a sus enemigos ya fuera a través de representaciones ante Bolívar­ o un círculo de su propia corte. Y en un área con una ética tan baja, eso es fatal.

 

Ella escribía panfletos abiertamente y luchó violentamente como en una batalla contra el populacho.

 

Tuvo una gran cantidad de dinero a su disposición. En una tierra donde se vendían indios nunca usó un quinto para comprar un puñal rápido o siquiera una pieza sólida de evidencia.

 

Cuando con sólo abrir sus labios ella pudo lograr que se le diera cualquier propiedad Realista secuestrada, ella fue a litigar por una herencia legítima que nunca ganó y otra que sí ganó pero nunca se la pagaron.

 

Vivieron al borde de la arena movediza. Nunca compró un madero o una soga.

 

Llevada por la gloria, completamente dedicada, potencialmente capaz y  siendo un enemigo formidable, ella no actuó.

 

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